LOS
SUBMARINOS
Por: Maximino Gómez A.
El submarino, esa
importante máquina de tanta utilidad científica o temible arma de combate, tuvo
un antecedente lejano en el tiempo; el hombre siempre experimento curiosidad
por la idea de poder navegar como un pez bajo la superficie del agua. La
primera referencia nos viene de la época del sabio Arquimedes, quien diseñó una
campana en posición invertida que al sumergirse en el agua, atrapa en su
interior un volumen proporcional a su capacidad. También, según la tradición,
Alejandro Magno se interesó por la vida submarina y ordenó a sus seguidores la
construcción de una suerte de barril con
cristales en su superficie para poder observar a las criatura marinas como se movían en su medio acuático,
probablemente el primer dispositivo
conque un hombre se introdujo en el
agua, pero sin posibilidad de desplazamiento. Uno de los antecedentes del
submarino actual de que se tiene noticias era una nave cosaca, denominada
“chaika” (gaviota) que era utilizada en misiones de reconocimiento e
infiltración; esta dispositivo podía ser cerrado y sumergido de forma que sus
tripulantes podían respirar como en una campana submarina logrando su
desplazamiento caminando sus ocupante por el suelo del río, utilizándose en
algunos casos lastres especiales para mantenerla sumergida y un sistema de
tubos para tomar aire del exterior.
La dificultad de
hundirse y emerger en el agua, ya lo había solucionado William Bourne en un
diseño de 1580; su sumergible estaba provisto de unas bolsas que como fuelles
podían inflarse y desinflarse de aire para así disminuir o aumentar el volumen
de la nave, a la que además le dio forma de un puro, que resultó ser la más
acertada al permitir que la presión se reparta de modo equilibrado en toda la
nave permitiendo una mejor movilidad bajo el agua.
Pero en realidad, el
primer sumergible del que se tiene información objetiva, fue el construido por
el holandés Cornelius Jacobszoon Drebbel
en 1620, quien estaba al servicio del rey Jaime I de Inglaterra; este
ingenio estaba propulsado por remos y aunque no se posee información sobre su
diseño, algunos sugieren que la constituía una campana que era remolcada por
una embarcación de superficie. El invento de Drebbel fue probado en dos
versiones mejoradas en el río Támesis entre los años 1620 y 1624. Aún y cuando
estos primeros intentos de construir naves sumergibles perseguían una finalidad
de constituir medios de exploración, a los diseñadores de tales dispositivos no
les fueron ajenos su posible potencial como armas; así, las ventajas
estratégicas de los submarinos ya fueron
en 1648 por el obispo John Wilkins de Chester.
El “Turtle” fue el primer submarino militar
monoplaza con un desplazamiento de 900Kg., diseñado por el militar
estadounidense David Bushnel en 1776; siendo el primero de su clase con
capacidad operacional acuática y movimiento independiente; siendo el primero
también en propulsión por hélice, que poseía ventanillas de cierra hermético. .
Un salto importante en la construcción de submarinos, lo constituyó el
submarino diseñado por el español y teniente de Navío Isaac Peral construido en
1885 propulsado por energía eléctrica; su concepto original era la de un
torpedero sumergible para la defensa costera. Después de autorizarse su
construcción por el real Decreto de 4 de octubre de 1886, se concedió un
crédito de 25.000 pesetas. Con forma de
huso, poseía un casco de acero con tres tanques de trimado que se achicaban por
medios de bombas y se desplazaba con la utilización de dos hélices de eje
horizontal accionadas eléctricamente en tanto que alcanzaba una cota de
inmersión de 30 metros y fue el primero en poseer un tubo lanzatorpedos en
proa, algo que no se repetiría hasta la aparición de los submarinos
norteamericanos de la clase Holland en
la 1ra. Guerra Mundial.
Con
el estallido de la Gran Guerra en 1914, las potencia beligerantes al principio
parecían brindar poca importancia a la nueva arma submarina aún sin probar;
este criterio no demoraría en cambiar drásticamente. El submarino fue utilizado
en principios sólo en la defensa costera y exploración, pero pronto su capacidad de sigilo e
imposibilidad de ser detectado fue cobrando importancia a medida que avanzaba
la guerra, pasando a ser una de las principales armas utilizadas en este
conflicto. Alemania la utilizaría en el ataque al tráfico comercial, logrando
infringir enormes pérdidas a sus enemigos. En 1915, Alemania proyectó la
construcción de un submarino con capacidad de carga y gran autonomía destinado
como carguero para burlar el bloqueo inglés, pero pronto estos submarinos
comerciales fueron dotados de armamento.
Al
estallar la guerra, las principales potencias beligerantes poseían submarinos
militares, Gran Bretaña a la cabeza con 54, de los cuales 17 tenían capacidad
oceánica,; Francia disponía de 35,;
Rusia de 15; Italia de 11 y Japón y Austria, 4 cada uno; sin embargo los
mejores submarinos los poseía Alemania que contaba con 28 unidades con
capacidad oceánica, 14 de los cuales eran propulsados por motores diessel,
además de ser los únicos en el mundo con comunicación telegráfica. A medida que
transcurría el conflicto, los alemanes perfeccionaron sus submarinos; a partir
del U-40 sus capacidades se incrementaron, desplazaban 650 toneladas, llevaban
9 torpedos, alcanzaban los 12 nudo y podían sumergirse a profundidades de 70
metros. Alemania a lo largo del conflicto incrementó la construcción de este
tipo de embarcaciones alcanzando la cifra de 200 y en el momento del
armisticio, otros 228 estaban en construcción, los que fueron desmantelados. La
Primera Guerra Mundial funcionó como un polígono de prueba para esta eficaz
arma, que durante la segunda guerra mundial volvió a demostrar su importancia y
durante la Guerra Fría adquirió una nueva dimensión como arma estratégica; lo que analizaremos en nuestro próximo artículo.
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