Blog dedicado a mostrar los avances en la investigación sobre la historia de la presencia de los u-boats alemanes en aguas del Caribe, su impacto y la respuesta Aliada
Por el Lic. Maximino Gómez Alvarez (Historiador y Vice-Presidente de la Asociación para la Investigación y Difusión de la Historia Naval de Cuba)
La balsa ya había sido
fijada fuertemente a estribor de la embarcación de guerra norteamericana, y por
la escala comenzaron a ascender los náufragos; primero los más débiles, luego los que
aún podían hacerlo casi sin auxilio, entre ellos el fogonero del mercante
cubano Libertad, Emilio Sánchez; un joven marinero estadounidense le ofreció su
fornido brazo, -Are you okey?
Ya en
cubierta los sobrevivientes fueron arropados con gruesas mantas de lana y
recibían la atención del personal sanitario de salvamento. Uno de los oficiales
norteamericanos extendió a Emilio una vasija de aluminio con sopa hirviente, la
que apenas éste podía sostener entre sus manos temblorosas. Cuando los
rescatados fueron acomodados en el buque que ponía rumbo en dirección a una
estación naval de la US Navy Force, Emilio trataba de recomponer la dramáticas
horas vividas; su buque había zarpado del Puerto de Antillas conduciendo en sus
bodegas 60.000 sacos de azúcar con destino a Baltimore. Después de tres días de
travesía escoltada por una cañonera, alcanzaba el puerto norteamericano de Key
West con el objeto de unirse a un convoy compuesto por once mercantes
estadounidenses y uno sueco; el Libertad fue el cuarto barco en abandonar el
abrigo del puerto en la tercera línea de babor, custodiado por cuatro
torpederas. Durante tres días navegaron con mar picada; a punto estaba de dar
la madrugada del sábado, cuando Emilio se asomó al puente y observó a través de
la inmensa oscuridad, la silueta de las naves que mantenían su monótono e
inalterable rumbo; a lo lejos, dos de las embarcaciones de guerra
intercambiaban señales lumínicas que se confundían por momentos con las enormes
descargas eléctricas de los relámpagos que se dibujaban en el horizonte. El
tiempo había empeorado y el Libertad hincaba una y otra vez su proa en las
intranquilas aguas, mientras las olas como torrentes barrían la cubierta,
haciendo zarandear la nave, a pesar de la pesada carga que llevaba en su
vientre.
Mercante cubano "SS Libertad", hundido por la acción del U-129
comandado por Richard von Harper.
A la
memoria del rudo marinero de 47 años, de rostro noble, sien encanecida y de
profunda mirada azul, vinieron aquellos recuerdos de la infancia transcurridos
en su querido pueblo villareño de Cifuentes, imaginándose al lomo de la yegua
del tío Perico, cazando pichones o persiguiendo mariposas multicolores; también
pensaba en su dulce esposa y en sus tres hijos que aguardaban su regreso al
cálido hogar de la calle Oficios 304, en la Habana Vieja.
Cerca
de las 12:10 de la madrugada del sábado 4 de diciembre de 1943, Emilio decidió
irse a dormir, al día siguiente estaría franco en su guardia como fogonero, el
cansancio le dominaba y nada más posar su cuerpo en la angosta litera quedó
profundamente dormido; luego recordaría que esa noche, al dormirse, comenzó a
soñar con su padre, el que había muerto hacía ya algún tiempo, pero al que
siempre recordaba con inmensa ternura. En aquel sueño se veía a sí mismo
caminando junto a su progenitor por las calles habaneras próximas al puerto,
mientras éste le narraba extraordinarias historias de tormentas y accidentes
marinos, repitiéndole: “hijo, mucho cuidado con el mar que está lleno de
peligros”; aquello recordaría también el marinero, fue como una premonición,
porque a las cuatro y dos minutos de la madrugada, por primera vez en muchos
años, los tañidos de la campana del cuarto de máquinas que anunciaba el relevo
de los equipos, le había despertado; segundos después, mientras reanudaba el sueño
reparador, una enorme estampida, seca y brutal hizo estremecer al buque de
babor a estribor. De un salto abandonó su litera, mientras que muy cerca de él,
su amigo, el negrito Atilano Barreiro, otro de los fogoneros del mercante,
hacia lo mismo al tiempo que exclamaba:
-¡Emilio, coño, esto es un choque!
El y Atilano corrieron a cubierta para averiguar qué
pasaba, sin reparar en nada más, como intuyendo que cada segundo transcurrido
era decisivo; Emilio luego recordaría, que había dejado en la gaveta de su
pequeño armario del camarote, cincuenta y seis pesos y su reloj de oro comprado
a plazos en una joyería de la calle Monte. Ya en cubierta, advirtieron la
catástrofe; miembros de la tripulación corrían de un lado a otro en todas
direcciones, de entre las escotillas y ojos de buey brotaban voces de auxilio y
espantosos gritos de angustia, entre enormes llamaradas y espesas nubes de
asfixiante humo negro y desde el puente de mando se oían incesantes silbatos de
alarma, avisando del peligro a la tripulación.
Emilio se arrojó a la mar por babor, sin pensarlo
dos veces, mientras Atilano hacía lo mismo por el lado de estribor, con la
intención ambos de nadar hasta las balsas de salvamento, que ya no estaban en
las jarcias, sino flotando sobre las olas; Emilio nadó en dirección a una de
ellas, distante unos cincuenta metros y mientras nadaba volvió su vista atrás y
pudo observar como en la barandilla exterior del puente de mando, el capitán
del barco, Gondra Urrutía, con gesto sereno, aferrándose al pasamanos y como un
viejo lobo de mar, decidía hundirse con su nave. El marinero continuó nadando
desesperadamente, mientras no cesaba de gritarle a su compañero: -¡Atilano a la
derecha, nada a la derecha!-, pero no recibió respuesta; al alcanzar la balsa,
presa de la fatiga y el frío, que comenzaba a calarle hasta los huesos, no dejó
de gritarle a su compañero con ayuda del contramaestre Carlos Aguayo Díaz, pero
todo resultó inútil, el simpático negrito Atilano Barreiro había perecido
ahogado al ser succionado por el enorme remolino formado por las aguas que se
habían tragado al Libertad, en apenas unos pocos minutos.
Un inmenso sentimiento de desolación se apoderó de
los náufragos, que yacían en la balsa ocupada por Emilio. Llenos de rabia y de
dolor se disponían a enfrentar los peligros que se avecinaban; abrieron las
horquillas, encajaron los remos y comenzaron a dar vueltas en un mar alborotado
y hundido en las tinieblas, de donde provenían constantemente angustiosas voces
de auxilio, que les llenaron de bríos para salir a la búsqueda de sus
compañeros en apuros. Poco a poco fueron rescatando algunos de sus camaradas;
primero, a Mario González Cabrera, marinero; a continuación a AntonioMontenegro, agregado de máquinas; poco después a Demetrio
Giménez, timonel; a Manuel Laguna, camarero; a José Cabañas, segundo oficial de
máquinas; minutos más tarde a Secundino Vizoso, marinero; seguido de Luis Nodal
Negrín, mecánico y de Antonio Rodríguez Iriepa, ayudante de máquinas, que a
punto estuvo de morir ahogado. Continuaron remando sin rumbo fijo durante un
tiempo indeterminado, que le parecieron siglos, hasta que dieron con otra de
las balsas de salvamento que se encontraba al garete y que sólo estaba ocupada
por dos hombres, Gabino Pedros, cocinero y Francisco López Fraga, ayudante de
máquinas. A continuación los marineros decidieron dividirse entre ambas
embarcaciones y las aparejaron, evitándose así que se perdieran en la oscuridad
de la noche y de esta manera comenzaron a flotar al pairo, entre restos
esparcidos del Libertad, tales como bidones de aceite semivacíos, cestas,
trozos de madera de la cubierta y otros, que aún se mantenían sobre la
superficie de un mar pegajoso, mezcla de combustible y agua salada.
El buque cubano había sido torpedeado por el U-129
comandado por Richard von Harper, a unas cincuenta millas de Cabo Hyateras y el
resto del convoy había seguido su rumbo desapareciendo en la oscuridad. El
torpedo había hecho impacto en el centro de la embarcación, a la altura de la
línea de flotación, destrozando el cuarto de máquinas y dejando un
impresionante boquete que provocó la rápida desaparición del buque por la zona
de popa, llevándose en su dantesca inmersión a veinticinco de sus tripulantes.
Dramáticas horas siguieron al hundimiento de la
embarcación cubana, la mayoría de los supervivientes, semidesnudos, sin lonas
para cubrirse de la incesante lluvia y el frío, disponían sólo de una pequeña
lata de galletas como único alimento y cuatro cubetas de emergencia con agua
potable, que fueron protegidas convenientemente, al tiempo que se planificaba
su suministro, ante la incertidumbre de que pudieran transcurrir horas, quizás
días en solitario, en aquel mar embravecido sin otros recursos con que contar.
Al amanecer del día siguiente, prácticamente todos yacían exhaustos, abrazados
entre sí con el objetivo de paliar el frío provocado por bajas temperaturas;
cerca del atardecer uno de los náufragos advirtió la presencia de un avión
norteamericano de reconocimiento, que al descubrirles, comenzó a volar
describiendo círculos en torno a las embarcaciones, mientras los supervivientes
no paraban de hacer señales con los restos de sus vestimentas. La tripulación
de la aeronave realizó dos pases a baja altura, con la intención de dejar claro
que habían reconocido la presencia de las balsas, para luego alejarse y
desaparecer en el horizonte. La esperanza de los sobrevivientes, sufrió un
súbito cambio, aquel vuelo de reconocimiento era una razón más que suficiente
para que pensaran que pronto aquel infierno tocaría a su fin; se hizo de noche
nuevamente en un escenario de mar gruesa provocada por el mal tiempo. Al
amanecer del día siguiente, los marineros despertaron por el poderoso rugido de
tres aviones de reconocimiento, entonces observaron cómo se aproximaban dos
dirigibles, cuyas tripulaciones les hacían señales como pidiéndoles que
aguantaran un poco más. Al saberse localizados y con la esperanza del que el
rescate era sólo cuestión de horas, los náufragos optaron por permanecer
tranquilos y a la espera; aquella tranquilidad sólo se vio perturbada ante la
presencia de decenas de enormes y hambrientos tiburones de color acerado, que
en aptitud desafiante, no cesaban de dar vueltas en torno a las balsas de
salvamento como a la espera de una orgía de sangre que desatara un macabro
festín.
Naúfragos del mercante SS Libertad.
A punto de ser rescatados.
Cerca de las cinco de la tarde de aquel mismo día,
Emilio y sus compañeros, después de treinta y siete horas agónicas de fatiga y
tensión, advirtieron la proximidad de dos caza submarinos que a toda máquina,
acudían a su rescate, poniendo fin así al dantesco episodio.
Emilio abandonó su reflexión, cuando el ayudante de
máquinas Antonio Rodríguez Iriepa, que permanecía sentado a su lado, dándole un
golpecito en el hombro, exclamó sonriente: -Emilio, compay, ¡nos hemos salvado
en tabla de guayaba!
Arribo de los supervivientes al Puerto de la Habana a bordo de un caza submarinos.
Por Maximino Gómez Álvarez (Historiador y asesor del International Maritime Foundation)
Este trabajo está inscrito
en el Registro
General de la Propiedad Intelectualde España con el número M-008568/2010. Para la reproducción
parcial o total del presente trabajo deberá acreditarse debidamente la
fuente: MAXIMINO GÓMEZ ÁLVAREZ, “EL INCIDENTE 3208: hundimiento del U-176”.
El artículo que
ofrecemos a continuación (resumen de una investigación más amplia) intenta
analizar uno de los temas más controvertidos del desenvolvimiento de la guerra
submarina durante la 2ª Guerra Mundial, el cual por tratarse de un fenómeno de
una enorme implicación ético-moral ha sido eludido por la mayoría de los
historiadores navales, postergándose su incursión una y otra vez. No obstante, considerábamos
que pese a lo espinoso del asunto, su abordaje se hacía necesario pese a lo
polémico. Hemos, durante esta investigación, consultado las más diversas
fuentes primarias; centenares de documentos y dedicado interminables horas de labor,
a fin de que los elementos conclusivos, tuvieran una solida base de sustentación. Las Armadas, en su inmensa
mayoría se han nutrido siempre de un personal, que por las características de la
propia arma, deben asumir una profunda formación, en gran medida de carácter
académico, donde se destaca una dura disciplina y el desarrollo de un código de
honorabilidad, que le distingue especialmente; ello, salvo excepciones, ha sido
así de modo tradicional y la marina Alemana no fue nunca una excepción. Muchos
escritores con total ligereza, al referirse a los tripulantes de los u-boats y
en particular los comandantes de estas naves, se han referido a ellos calificándolos
de fanáticos y monstruos; sin embargo, quisiéramos puntualizar lo curioso que resulta en el
caso que nos ocupa, que justo en este Cuerpo, más del 70% de sus miembros no
pertenecían ni siquiera al Partido Nazi, resultando así mismo, llamativamente escasos,
los casos de comandantes de u-boats procesados por crímenes de guerra al
finalizar la contienda. Por último, quisiéramos destacar que dicha
investigación ha sido afrontada desde una absoluta posición de respecto y solidaridad
con los familiares y las víctimas provocadas por los ataques llevados a cabo
por los u-boats durante toda la contienda y en ningún caso intenta justificar
las acciones llevadas a cabo por la flota submarina alemana durante la misma.
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La tarea principal de
la flota submarina alemana en el Atlántico tenía el marcado propósito de
aniquilar la capacidad de transportación de mercancías con la disminución
sistemática del número de mercantes aliados, principalmente de Estados Unidos y
Gran Bretaña encargados de dicha misión, al tiempo lógicamente, que ello
impedía la llegada a su destino de los indispensables cargamentos de materias
primas y alimentos con la intención de provocar en un breve espacio de tiempo,
el colapso económico de Inglaterra, por tanto, las flotas de mercantes se
convirtieron en el principal objetivo bélico de los u-boats del III Reich. Este
desigual encuentro entre un mercante y un submarino provocaba en muchas
ocasiones una enorme cantidad de pérdidas en vidas humanas, aunque la
aniquilación física de los náufragos nunca formó parte de las instrucciones
cursadas por los mandos a los comandantes y tripulaciones de los u-boats y por
tanto dichas pérdidas se consideraban un hecho inevitable (un razonamiento,
aunque discutible, que desde hace algún tiempo ha sido denominado por los
teóricos de guerra occidentales, como “daños colaterales”, teoría no exenta de
una profunda implicación moral y ética).
La fama de que las
tripulaciones de los u-boats ametrallaban indiscriminadamente a los náufragos
formaba parte más de la propaganda aliada, que de la realidad. Si bien es
cierto que el propio Hitlerpropuso como método para provocar el pánico
entre las tripulaciones de los mercantes enemigos, el ametrallamiento de los
sobrevivientes, dicha idea fue rechazada tajantemente por el Almirante Raedercon argumentos humanitarios y por considerar
que ello desataría represalias por parte de los aliados y aunque Hitlertiempo después intentó nuevamente volver sobre
dicha propuesta, Döenitzlo persuadió de no poner en práctica semejante
idea. El propósito de la guerra submarina llevada a cabo por Döenitzera el hundimiento de los buques aliados, pero
en ningún caso, la deliberada eliminación física de los náufragos, militares o
civiles constituyó un objetivo explícito y es por ello, que el ametrallamiento
de los sobrevivientes de forma indiscriminada no llegó a constituir, ni mucho
menos, una práctica habitual. Pretender elevar a la categoría de monstruos a
los comandantes de los submarinos por hechos similares resulta disparatado y en
general, carece de solides. El único argumento que en última instancia
consideraba el mando alemán, era que al provocar la muerte de las
tripulaciones, brindaba la posibilidad de sembrar el terror entre los marinos
de los mercantes aliados y que dichas bajas afectaran sensiblemente la
capacidad de su reemplazo. El 4 de agosto de 1942 el mercante Richmond Castlefue torpedeado a unos 750 kilómetros de
Terranova por el U-176y su Comandante, Reiner Dierksen,ordenó entonces maniobrar con el objeto de
acercarse a los botes salvavidas de los náufragos, para indagar si había
heridos entre ellos y disponer su ayuda; luego ordenó a sus marineros que le
suministraran agua, galletas, mantequilla y dulces a los sobrevivientes,
indicándoles a continuación el rumbo que debían seguir para alcanzar la costa
más cercana, enviando un SOS donde informaba la posición en que se encontraban
los náufragos. Finalmente el Comandante Dierksense despidió de sus “enemigos” con un adiós,
deseándoles “buena suerte”[1]. Este comportamiento de un comandante no constituía
ni mucho menos algo excepcional, sino una práctica que se correspondía con una
antigua tradición marinera y que en este caso concreto, constituye un elemento
a favor de las aptitudes humanas del referido Comandante alemán, al margen de
cualquier otra consideración.
Cubierta del U-156 llena de naufragos del M/V Laconia
El 12 de septiembre de
1942, el submarino alemán U-156al mando del Comandante de u-boats Werner Hartensteintorpedeaba en aguas del Atlántico sur, al
transporte de bandera británica M/V Laconia. El buque conducía a bordo poco más
de 2700 personas, entre ellas 80 civiles, 103 guardias polacos y 1793
prisioneros italianos. Después del hundimiento, el comandante del U-156 ordenó
rescatar a los náufragos para intentar conducirlos al puerto más cercano, a tal
efecto subió a cubierta a todos cuanto les fue posible, al tiempo que remolcaba
los botes salvavidas con el resto de los supervivientes. Después de solicitar
auxilio reiteradamente, los submarinos alemanes U-506, U-507y el italiano Capellinise unieron a la operación de rescate. Sin
embargo, a pesar de queel Comandante
del U-156 había enviado un mensaje advirtiendo que ninguna embarcación que
participara en las labores de rescate sería atacada y de enarbolar una bandera
con la Cruz Roja,
un bombardero norteamericano B-24 Liberatoratacó a los submarinos causando algunas bajas
entre los supervivientes del Laconia, obligando a los u-boatsa sumergirse y abandonar la labor de rescate;
por fortuna la llegada al lugar de los hechos de un buque de guerra francés
procedente de Dakar, alertado por las reiteradas señales de SOS, evitó mayores
pérdidas de vidas humanas.
El 16 de septiembre de
1942, en un informe del Estado Mayor Alemán se recogía lo siguiente:
“…A
pesar de las banderas dela Cruz Roja, el U-156fue bombardeado en cinco ocasiones por un B-24
Liberator… una vezmás todos los mandos de nuestros submarinos han dicho que la seguridad
de nuestros barcos no debe ponerse en peligro bajo ninguna circunstancia … Como
se indica en el informe del U-156, el oficial a su cargo no cree que el enemigo
haya atacado viendo la Cruz
Roja … esta opinión es difícil de entender y es de suponer
que dicho oficial estaba influenciado por la circunstancia de ver a cientos de
sobrevivientes que luchaban por sus vidas”[2].
Como consecuencia de
este incidente, el Almirante Döenitz, elaboró la
Orden TritónNull, conocida como Orden Laconia, con la cual se
prohibía en lo adelante a los comandantes de los u-boats, auxiliar a las
víctimas de sus hundimientos, pero en ningún caso se menciona la aniquilación
indiscriminada de los náufragos sobrevivientes. Karl Heinz Möhle,Jefe de la 5ª Flotilla al referirse a la Orden
Laconiaen sus declaraciones ante el Tribunal de
Nuremberg,señalaba que al explicarle el contenido de la
Orden Laconiaa sus comandantes de u-boats les hacia
patente, que el Estado Mayor jamás daría la orden de disparar contra los
náufragos; contrasta con esta apreciación, la declaración igualmente ante el
Tribunal de Nuremberg, hecha por el Almirante norteamericano Chester Nimitz,quien afirmaba, que por principios generales
ningún submarino norteamericano rescataba náufragos enemigos.
Una orden donde se
instruyera la aniquilación deliberada de náufragos no parece haber existido, si
bien es cierto que por la forma en que las mismas eran redactadas podían ser
susceptibles a una interpretación en tal sentido. En cualquier caso, el número
de comandantes y oficiales que asumieron dicha interpretación parece haber sido
en extremo reducida y por tanto dicho comportamiento, en modo alguno se
convirtió en práctica sistemática.
Heinz Wilhelm Eck, Comandante del
U-852y dos de sus subordinados fueron procesados y
condenados a muerte por el hundimiento del carguero griego Peleusel 13 de marzo de 1944, a cuya tripulación
sobreviviente ametralló hasta aniquilar al último de sus náufragos. Eck, sin embargo,
aseguró haber tomado dicha decisión de forma unilateral y sin responder a una
orden u orientación en concreto. No obstante, es un hecho probado que la
intención de llevar a cabo la aniquilación sistemática de sobrevivientes de los
buques hundidos estuvo presente en algunos de los principales dirigentes del
III Reich, entre ellos, el propio Aldolf Hitler. En el Proceso
de Nuremberg fue presentada como prueba inculpatoria el documento D-423, prueba
GB-197, consistente en un resumen de la conversación sostenida el 3 de enero de
1942,por Adolf Hitlercon el Embajador japonés Oshima[3]en presencia del Ministro de
Relaciones Exteriores de la
Alemania Nazi Joachim
Ribbentrop.
Según se
recoge en este testimonio, el Fürher, después de explicar en detalles sobre un
mapa la situación de la guerra naval en el Atlántico, puntualizaba la importancia
de la guerra submarina, por lo que había establecido la reorganización de las
fuerzas de submarinos con el objeto de centrar sus operaciones en las
proximidades de los puertos de Estados Unidos, en Freetown e incluso alcanzando
Ciudad del Cabo. Al exponer sus criterios ante Oshima, Hitler destacaba que
la cantidad de buques que pudiera construir Estados Unidos no era importante,
porque a su juicio, el verdadero problema que confrontaría aquel país sería la
falta de personal para formar tripulaciones, por ello, aseguraba, era preciso
hundir los mercantes sin previo aviso, con el marcado propósito de provocar la
mayor cantidad de pérdidas de vidas humanas. Según esta tesis, una vez que los
norteamericanos conocieran que gran cantidad de hombres morían durante el
ataque a sus embarcaciones, las autoridades confrontarían grandes dificultades
para reclutar nuevas tripulaciones, las que además, tomaban mucho tiempo en ser
entrenadas convenientemente. Hitler manifestó que
se debía ordenar a los submarinos, que a los marineros extranjeros
sobrevivientes de un hundimiento, se les disparara hasta su total
aniquilamiento. Oshima por su lado,
aseguraba que tal medida había sido adoptada por Japón desde hacia ya tiempo,
como práctica sistemática. En realidad, la Jefatura de la Armada japonesa había cursado instrucciones
precisas para el aniquilamiento de cualquier sobreviviente de un buque o avión
aliado, estas órdenes no sólo contemplaban estas prácticas brutales, sino, que
además, las alentaba y estimulaba. Según Mark Felton, el 20 de marzo de 1943, la Armada japonesa emitió una
Orden firmada en la que se señala: “Hay que hundir incesantemente los buques
militares y barcos cargueros del enemigo, y al mismo tiempo, eliminar a todos
los tripulantes de las fuerzas enemigas”[4].
Felton, asegura que: “… la
Armada japonesa, hundía gran cantidad de barcos mercantes,
incluso buques de la Cruz Roja
de las naciones aliadas y luego se dedicaba a asesinar a los sobrevivientes que
flotaban en el mar o permanecían en los botes salvavidas…”[5].
Uno de los crímenes narrados en la obra de Felton, fue el perpetrado por el
submarino I-8[6]
al mando del Capitán Tatsunosuke [7].
Las Órdenes cursadas por el mando Naval Alemán nunca fueron explícitas en
tal sentido. Una de
estas Ordenes, clasificada como de alto secreto, era dictada el 17 de
septiembre de 1942 y cursada a todos los comandantes de U-boats e instruía lo
siguiente:
1.-No se debe hacer
intento de rescatar a miembros de barcos hundidos, y esto incluye recoger a
personas del agua y ponerles en botes salvavidas, enderezar botes volcados yentregar comida y agua. El rescate contrarresta
las demandas básicas de la guerra para la destrucción de barcos y tripulaciones
enemigas.
2-Siguen en vigor las
Ordenes de traer capitanes y jefes de máquinas.
3-El rescate a los
náufragos sólo si sus declaraciones pueden ser de importancia para su nave.
4-Sean duros, teniendo
en cuenta que el enemigo no tiene ninguna consideración hacia las mujeres y los
niños en sus bombardeos de ciudades alemanas.
Esta fue una de las órdenes más extremas emitidas por el Mando Alemán,
pero como puede observarse, en ella no se insta a la aniquilación física de los
supervivientes enemigos, utilizando métodos como el ametrallamiento.
En contraposición a la aptitud de la
mayoría de los Comandantes alemanes, los aliados fueron responsables de
innumerables episodios como los del submarino Torbay, de la Royal
Navy, al mando del
Comandante Anthony Miers, quien hundiera
el 4 de julio de 1941 en el mar Egeo a dos barcos alemanes cargados de
soldados, a los que cañoneo y ametralló hasta acabar con la vida de todos ellos;
unos días más tarde repetiría dicho comportamiento, al hundir otras dos
embarcaciones alemanas; uno de dichos barcos, por habérsele agotado las
municiones, fue abordado con el objetivo de hundirlo colocándole cargas
explosivas. Unos pocos tripulantes del buque alemán fueron llevados a bordo del
Torbay para ser interrogados, no obstante, estos prisioneros fueron
ametrallados posteriormente.El
Comandante Anthony Miershabía violado flagrantemente las Convenciones
de Ginebra sobre prisioneros de guerra, pero no recibió ni siquiera una
amonestación por aquel comportamiento criminal. El caso del Torbay no fue el único; decenas de ametrallamientos
indiscriminados fueron ejecutados por embarcaciones de guerra aliadas. Existen
testimonios gráficos al alcance de cualquier ciudadano en Internet, que
demuestran estos hechos, como el de un fragmento de film donde se aprecia con
total claridad el ametrallamiento a sangre fría de náufragos japoneses a manos
de los tripulantes de un submarinonorteamericano[8].
Tripulantes de USS Wahoo disparando contra naufragos japoneses.
Tan controvertidas
posiciones tienen su antecedente, en fecha tan tempranas como el 3 de
septiembre de 1939, apenas unas horas después del inicio de las hostilidades
entre Alemania y Gran Bretaña,se
producía el primer incidente de la guerra submarina cuando el U-30al mando del Obertleunant Fritz Julius Lemp[9]hundiera alvapor de la Línea Cunard, el RMS
Atheniade 13.465 tn, que había sido rentado por la
Anchor Donaldsoncon el fin de realizar una evacuación desde
Liverpool a Montreal. El Atheniallevaba a bordo 1.103 pasajeros, entre ellos
300 norteamericanos, además de sus propios tripulantes. El mismo día de la
declaración de Guerra, el Estado Mayor de la armada alemana, envió tres
mensajes con intervalos de una hora dirigidos a todos sus buques donde exponía,
que en virtud del estado de guerra, debía iniciarse el ataque a los transportes
enemigos en concordancia con el denominado Verordnungen Preis (Reglamento
Premio) sin que fuese necesaria la existencia de una provocación.
Buque Atenia, hundido por el U-30 al mando de Fritz Julius Lemp.
El U-30que estaba situado en la dirección en que se
encontraba navegando el Athenia, descubrió su
presencia, siendo ordenado por su Comandante la inmersión a profundidad de
periscopio y desde esa posición observó al buque que permanecía a oscuras y
avanzando en zig-zag entre las encrespadas aguas del Atlántico norte, lo que
provocó que fuera confundido con un crucero ligero o mercante artillado. Lemp, incluso, creyó
haber visto piezas de artillería en la cubierta del mercante, por lo que le
consideró un objetivo legítimo y procedió a su ataque sin previo aviso. En
total fueron disparados 3 torpedos, dos de los cuales no cumplieron su
objetivo, sin embargo, el primero de ellos hizo impacto certero en un costado
de la nave en la zona de la sala de máquinas, lo que provocó al día siguiente
su hundimientoa las 10:00 horas en la
posición 56º,42N y 14º,05W.
Fritz Julius Lem, Cmte. del U-30
Como se ha dicho, Fritz
Julius Lempconfundió al Atheniacon un buque de guerra; a dicho error
contribuyeron las adversas condiciones meteorológicas presentes en la zona, lo
que se demostró con el hecho de que las únicas víctimas de dicho hundimiento,
se produjeron al volcar uno de los botes salvavidas, cuando a consecuenciade la escasa visibilidad, impactara contra la
hélice del mercante noruego Knute Nelsonque participaba en las labores de rescate de
náufragos.
La confusión de Lemple valió la reprimenda personal del Fürehr
Adolf Hitler, quien además,
ordenó que no se hundieran buques de pasajeros, ante el temor de que el
incidente del Atheniaarrastrara a los Estados Unidos a la guerra,
como había sucedido en 1917 con el hundimiento del Lusitania; no obstante, al
decidirse por el mando alemán el ocultamiento del incidente, ello salvaba a
Lempde enfrentar una corte Militar. Los alemanes
optaron por silenciar los hechos primero y poco después, negar su participación
en el mismo y para ello utilizaron todo tipo de subterfugios, desde acusar a
Gran Bretaña y al mismísimo Wiston Churchillde autoagresión, hasta la manipulación de los
informes y libros de operaciones, para demostrar que ese fatídico día 3 de
septiembre, el U-30se encontraba distante de la zona del
desastre. El Mando Alemán era consiente del enorme impacto propagandístico de
carácter adverso, que podía tener para el III Reich aquel nefasto
acontecimiento.
El 23 de octubre de
1939 en el periódico “Volkischer Beobachter”,órgano periodístico del Partido Nazi, publicó
con gran titular, el artículo titulado “ChurchillHundió el Athenia” que
reproducimos a continuación y que fue presentado como prueba acusatoria durante
el Juicio de Nuremberg[10]:
“La fotografía de arriba muestra al orgulloso Athenia, el
gigante del océano, que fue hundido por un crimen de Churchill. Se puede
ver claramente el gran equipo de radio a bordo del barco. Pero no se oyó en
ningún lugar una llamada de SOS del barco. ¿Por qué se mantuvo en silencio el
Athenia?, ¿por qué
no se permitió a su capitán decir nada al mundo? Evitó muy prudentemente
decirle al mundo que Winston Churchill trató de hundir el barco a través de la
explosión de una máquina infernal. Lo sabía bien, pero tuvo que mantenerse
callado. Cerca de mil quinientas personas habrían perdido la vida si el plan
original de Churchill hubiera salido como quería el criminal. Sí, esperaba con
ansia que el centenar de americanos que había a bordo del barco murieran entre
las olas para que así la ira del pueblo americano, engañado por él, se
dirigiera contra Alemania, como el supuesto autor de los hechos. Fue una suerte
que la mayoría escapara del destino que Churchill les reservaba. Nuestra foto
de la derecha muestra a dos pasajeros heridos. Fueron rescatados por el
carguero City of Flint; y como se puede ver, entregados al barco guardacostas
americanos Gibb para recibir tratamiento médico. Son una acusación tácita
contra el criminal Churchill. Tanto ellos como las sombras de los que perdieron
la vida le llaman al Tribunal del mundo y preguntan al pueblo británico:
“¿Hasta cuándo su cargo, uno de los más ricos en tradición de la Historia de Gran Bretaña,
será ejercido por un asesino?”.
Tribunal de Nurember donde fueron juzgados los crimenes de guerra del III Reich.
En el párrafo anterior se pone de manifiesto la falacia y manipulación
propagandística llevada a cabo por el III Reich para ocultar su participación y
hacer recaer sobre Gran Bretaña toda la responsabilidad en el desastre de
Athenia, permitiendo de esta forma a Alemania, evadir estos hechos que podían
entorpecer el curso y desarrollo de su campaña bélica.
Si bien el U-30 no hizo nada
por auxiliar a los náufragos del Athenia, también es cierto que no ejecutó ninguna acción
encaminada a la aniquilación física de estos, como se demostró en el juicio de
Nuremberg.
Como se comprobó más tarde también,el Atheniahabía emitido reiteradas señales de auxilio
por radio, las que fueron captadas por los buques escolta HMS Electra y otras
embarcaciones como el mercante noruego Knut Nelsony el yate Southern Cross.Aún y cuando el Comandante Lemphabía muerto en combate posteriormente cuando
se encontraba al mando del U-110; algunos de los
tripulantes del U-30que había sobrevivido a la contienda, fueron
llamados a declarar a Nuremberg, entre ellos el oficial Adolf Schmidt, cuya
declaración jurada fue leída antes de ser interrogado al comparecer ante el
Tribunal Internacional:
“Yo, Adolf Schmidt, Número
Oficial N 1043-33T, declaro solemnemente que:
Estoy confinado en el Campo nº 133, Lethbridge,
Alberta.
El primer día de la guerra, 3 de septiembre de 1939,
un barco de unas 10.000 toneladas fue torpedeado en las últimas horas de la
tarde por el U-30.
Después de que el barco fuera torpedeado y de que
saliéramos de nuevo a la superficie, aproximadamente media hora después de la
explosión, el Comandante me pidió que fuera a la torre para mostrarme el barco
torpedeado.
Vi el barco con mis propios ojos, pero no creo que el
barco pudiera ver nuestro submarino en ese momento debido a la posición de la
luna.
Sólo unos pocos miembros de la tripulación tuvieron
ocasión de ir a la torre para ver el barco torpedeado.
Aparte de mí, también estaba el Oberleutnant Hinsch en la torre cuando vi el vapor tras el ataque.
Vi que el barco se estaba escorando.
No se hizo ningún disparo de advertencia antes de
lanzar el torpedo.
Observé una gran conmoción a bordo del barco
torpedeado.
Creo que el barco tenía una sola chimenea.
En el ataque a este vapor se dispararon uno o dos
torpedos que no explotaron, pero oí la explosión del torpedo que impactó contra
el vapor.
El Oberleutnant Lemp esperó a que oscureciera para emerger.
Fui gravemente herido por un avión el 14 de septiembre
de 1939.
El Oberleutnant Lemp, poco
antes de mi desembarco en Reykjavik el 19 de septiembre de 1939, me visitó
antes del mediodía en la sala de suboficiales en la que yacía gravemente
herido.
El Oberleutnant Lemp hizo entonces que se vaciara la sala de
suboficiales para estar a solas conmigo.
El Oberleutnant Lemp me mostró entonces una declaración bajo
juramento según la cual tenía que comprometerme a no mencionar nada sobre los
incidentes del 3 de septiembre de 1939 a bordo del U-30.
Esta declaración bajo juramento decía más o menos lo
siguiente:
Yo, el abajo firmante, juro por la presente que
mantendré en secreto todo lo ocurrido el 3 de septiembre de 1939 a bordo del U-30 tanto a amigos como a enemigos, y que borraré
de mi memoria todo lo ocurrido ese día”.
Firmé esta declaración bajo juramento, que fue
redactada por el Comandante de su puño y letra, muy ilegiblemente, con mi mano
izquierda.
Más adelante, en Islandia, cuando oí hablar del
hundimiento del Athenia, empecé a
pensar que el U-30 el 3 de septiembre de 1939 podría haber sido
el que hundió el Athenia, en
especialdebido a que el capitán me hizo firmar la declaración antes mencionada.
(Fíjese el lector que a pesar de haber
sido Adolf Schmidt, uno de
los pocos tripulantes que subió a la torre del submarino, no había podido
identificar al buque, lo que corrobora en cierto sentido la declaración de Lemp). Hasta
hoy nunca he hablado con nadie de estos hechos. Debido al fin de la guerra, me
considero liberado de mi juramento”[11].
Quien sin dudas, como era obvio, conoció en detalles el incidente del
Athenia y contribuyó a
su ocultamiento fue al Almirante Döenitz, cuya declaración jurada ante los aliados fue
presentada como prueba en Nuremberg y en la cual intenta evadir su cuota de
responsabilidad:
El acusado Donitz declara:
“El U-30 volvió a puerto a mediados de septiembre. Vi
al capitán, el Oberleutnant Lemp en Wilhelmshaven cuando el submarino estaba
entrando a puerto, y me pidió permiso para hablar conmigo en privado. Observé
de inmediato que parecía muy triste, y me dijo de inmediato que pensaba que era
responsable del hundimiento del Athenia en el área del Canal del Norte. De acuerdo con
mis instrucciones anteriores, había estado vigilando atentamente la presencia
de posibles cruceros mercantes armados en las cercanías de las Islas
Británicas, y había torpedeado un barco que después identificó como el Athenia a partir de emisiones de radio, pensando que
era un crucero mercante armado de patrulla. Nunca definí en mis instrucciones
ningún tipo particular de barco como un crucero mercante armado, ni mencioné
ningún nombre de barco. Envié a Lemp de inmediato en avión a Berlín para que
informara al S.K.L.; mientras tanto, ordené el secreto más absoluto como medida
provisional. Más tarde, ese mismo día o a primera hora del día siguiente,
recibí una orden verbal del Kapitan zur See Fricke” -que era
jefe de la División de Operaciones del Estado Mayor de
Guerra Naval- según la cual:
(1)El asunto se debía mantener totalmente en secreto.
(2)El O.K.M. consideró que no era necesario un consejo de
guerra, ya que consideraron creíble que el capitán había actuado de buena fe.
(3)El O.K.M. se encargaría de las explicaciones políticas.
No tuve por tanto nada que ver en los hechos políticos
en los que el Führer afirmó que ningún submarino había hundido el Athenia.
Después de que Lemp volviera a Wilhelmshaven desde Berlín, le
interrogué detalladamente sobre el hundimiento y me creé la impresión de que,
aunque había adoptado unas precauciones razonables, no había adoptado las
suficientes para determinar perfectamente la identidad del barco antes de
atacarlo. Antes de que ocurriera este incidente se me habían dado órdenes muy
estrictas de que se tratara a todos los mercantes y neutrales según la ley de
capturas. Por tanto, le puse bajo arresto en su camarote, ya que estaba seguro
de que un consejo de guerra le absolvería, consejo de guerra que por otro
lado generaría una publicidad innecesaria y ocuparía mucho tiempo”[12].
Es totalmente probable que Lemp en efecto se
haya equivocado, pero en el supuesto de tratarse de una estratagema tendiente a
burlar la acción del Jurado de Nuremberg, dicho pretexto respondería a una
clásica forma de evadir la responsabilidad, utilizada a lo largo de la
historia, en este caso con sobrados elementos circunstanciales para hacer
creíble la historia, en el poco probable caso de que esta hubiera sido
prefabricada. Existen multitud de hechos similares e incluso en la historia más reciente,
donde al amparo del seudorazonamiento de tratarse de “un lamentable error”, se
han cometido hechos execrables con pruebas difíciles de soslayar y que no
obstante, han sido manipuladas y de esta manera aceptadas por la opinión
pública internacional e incluso por las naciones implicadas directamente en
dichos hechos, como en el caso de los acontecimientos que se narran a
continuación a modo de ejemplo ilustrativo: El 2 de mayo de 1982, la Primera Ministra del Reino
Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Sra. Margaret Thatcher, cursaba
instrucciones precisas a su Ministro de Defensa Sr. John Nott, para que el
Almirantazgo Británico ordenara a Wreford Brown,Capitán del submarino nuclear inglés HMS
Conqueror, el hundimiento
sin previo aviso del crucero argentino ARA General Belgrano. El Capitán
Wreford, creyendo que podía existir algún error en la orden cursada por sus
superiores, la hizo repetir hasta en tres ocasiones consecutivas antes de
proceder a cumplirla. Aún y cuando el submarino Conqueroriba armado con torpedos del tipo Tigerfish
Mark 24, que pueden ser
explosionados a distancia del objetivo, reduciendo así considerablemente los
daños de la embarcación objeto del ataque, se le indicó por el Comando
Estratégico de Submarinos en Northwood, que disparara dos torpedos de la clase
MK-8, con una carga
explosiva de 364 Kg.-Torpex,lo que provocó el rápido hundimiento del buque
argentino con un saldo de 323 marineros muertos. En este caso, Gran Bretaña no
argumentó haberse confundido de tipo de embarcación, pero sí, que la misma se
encontraba en las inmediaciones de la zona de conflicto de las Islas Falklan;
en este punto Inglaterra mintió deliberadamente a la opinión pública
internacional. Es un hecho sumamente probado, que en el momento de su
hundimiento, el crucero ARA General Belgranonavegaba a la altura de la latitud de 55
grados 24 minutos Sur y longitud de 61 grados 32 minutos Oeste, a sólo 91
millas de las costas argentinas, a una distancia considerable de las 200 millas
que comprendía la zona de exclusión decretada por la Gran Bretaña sobre las
Islas Falklan (Malvinas). Pero quizás, el aspecto más dramático lo constituyó
el hecho de que el HMS Conqueror, una vez
hundido el Belgrano, se sumergió alejándose a toda máquina del lugar sin
prestar ningún tipo de auxilio a la embarcación argentina. El resto de la
historia es sobradamente conocida, el hundimiento del ARA General Belgranodesató una respuesta militar con un saldo
elevado de víctimas por ambos bandos, cuando era evidente que las Fuerzas
Armadas de Argentina iban a efectuar su retirada del archipiélago de las
Falklan, en cumpliendo la resolución 502 del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidasdel 3 de Abril de 1982.
[1]Daily Teleghaph.Telegraph.co.UK : Carta deJ. D. Cutcliffe,
Bideford, Devon dirigida alEditor del Daily Teleghaph. Abril 8 de 2004. En Internet: http://www.telegraph.co.uk/comment/letters/3604603/Murderous-intent.html
[2]NARA, National Archives and
Records Administration, Washington.
“Guides to the Microfilmed Records of the German Navy, 1850-1945. Records Relating to U-boat Warfare,
1939-1945”: Kriegstagebücher KTB-BdU Diario de Guerra. Operaciones
en Curso, Inciso D. 16 de septiembre de 1942.) número de PG:
32014, número de Rodillo: 3981.
[3]Facultad de Derecho de la Universidad de Yale.
Proyecto Avalon. Proceso de Nuremberg: Libro de Documentos del Tribunal de Nuremberg contra los Crímenes de Guerra,
Volumen V, documento D-423, GB-197. Versión de la conversación de Hitlercon el
Embajador Oshima, el 3 de Enero de 1942. Pág.219
[4]Mark Felton; “Slaughter at Sea: The Story of
Japan´s Naval War Crimes”.. Pen & Sword.2008.pág.82
[5]; “Slaughter
at Sea: The Story of Japan´s Naval War Crimes”.. Pen & Sword.2008.pág.82
[6]Mark Felton en su obra: “Slaughter at Sea: The Story of Japan´s
Naval War Crimes”, narra la terrible experiencia vivida por el marinero
británico James Blirse, quien fuera telegrafista del mercante holandés Tjisalak
hundido en marzo de 1944 por el submarino japonés I-8. Blirse salvó la vida
milagrosamente, escapando de una horrenda carnicería perpetrada por los
tripulantes del mencionado submarino nipón, bajo el mando del Comandante Ariizumi. Otro submarino, el I-26
también se hizo famoso por sus desmanes y crímenes contra los aliados.
[7]El
15 de agosto de 1945, el Emperador Hiroito anunciaba desde el Palacio Imperial,
la rendición de Japón.El capitán Arizumi
tuvo que acatar las órdenes que provenían de Tokio, personalmente, sin embargo,
no aceptó la rendición ymientras
su escuadrón ya retenido, estaba siendo escoltado hacia la base Yokosuka, por la Marina de los Estados
Unidos, llevó a cabo su suicidio mediante el sepuko o ceremonia del harakiri.
Su cuerpo, siguiendo sus propias instrucciones, fue amortajado con la bandera
japonesa y lanzado al mar.
[8] Ver en: YOU TUBE. 1945 US SUBMARINE: No Mercy
for Shipwrecked Japanese(http://www.youtube.com/watch?v=G6gFQH54k0M&NR=1).
Según
el encabezamiento de las imágenes, estas fueron tomadas desde el USS Wahoo (SS-238),
submarino de la clase Gato, el más famoso submarino norteamericano de la 2da.
Guerra Mundial, que hundió 20 naves japonesas y recibió 6 condecoraciones; pero
dicho extremo no ha podido ser verificado por este autor.
[9]Fritz Julius Lemp; Kaitänleutnat,uno de los más controvertidos
Comandantes de U-boats. Nació en Tsingtau, China, el 19 de febrero de 1913 y
murió en combate en Atlántico norte, el 9 de mayo de 1941. Lempalcanzó celebridad al frente del U-30,
hundiendo 17 buques y dañando a otro. Con este submarino llevó a cabo el
hundimiento del “Athenia”,
acontecimiento muy controvertido de la época. Con solo 26 años, Lempse convirtió en uno de los 7 primeros
Comandante en ser condecorado con la
Cruz de Caballero. Al ser comisionado al frente del U-110,
en su segunda patrulla, resultó muerto y el U-110 capturado por los buques
británicos HMS Bulldogy HMS Broadway.
En esta acción los británicos se hicieron con la Máquina Enigmay el Libro de códigos del mismo nombre.
[10]Facultad de Derecho de la Universidad de Yale.
Proyecto Avalon. Proceso de Nuremberg: Fragmento del artículo
“ChurchillHundió el Athenia”,
publicado el 23 de octubre de 1939 en el periódico “Volkisher Beobachter”.
Documento 3260-PS, prueba GB 218, pág. 97 del Libro de Documentos del Tribunal
de Nuremberg contra los Crímenes de Guerra, presentado como prueba acusatoria
en la sesión del 15 de enero de 1946. Volumen V, págs. 264-265.
[11]Facultad de Derecho de la Universidad de Yale.
Proyecto Avalon. Proceso de Nuremberg: Fragmento de la
declaración de Adolf Schmidt,
documento C-654, prueba GB 219, página 106 del Libro de Documentos del Tribunal
de Nuremberg contra los Crímenes de Guerra, presentada como prueba en la sesión
del 15 de enero de 1946. Volumen V, págs. 264-267.
[12]Facultad de Derecho de la Universidad de Yale.
Proyecto Avalon. Proceso de Nuremberg: Fragmento de la
declaración jurada del Almirante Karl Döenitz,documento D-638, prueba GB 220, pág- 102 del
Libro de Documentos del Tribunal de Nuremberg contra los Crímenes de Guerra,
presentada como prueba acusatoria en la sesión del 15 de enero de 1946.
Volumen V, págs. 268-269