CUBA Y LA GUERRA SUBMARINA EN EL CARIBE
Por Maximino
Gómez Álvarez
LA ESCALADA
Desde el mismo inicio de la 2ª
Guerra Mundial, uno de los objetivos fundamentales de la Alemania nazi, se
centró en el logro de la asfixia económica de los países aliados y para ello,
la flota de submarinos del Almirante Döenitz, elaboró una estrategia encaminada
al hundimiento sistemático de los cargueros que conducían los suministros
vitales que permitían a esas naciones enfrentarles con éxito.
Algunos meses antes del inicio de
las hostilidades, el Almirante Karl Döenitz, Jefe de la flota submarina
(Unterseebootee flotille), había propuesto al Almirante Raeder, Jefe de la
Kriegsmarine, desarrollar un ambicioso plan destinado a la paralización de los
suministros aliados; Döenitz consideraba, según sus propios cálculos y el de
sus expertos, que una flota de 300 submarinos serían suficientes para la
paralización de los suministros, en especial los embarques de petróleo y otros
materiales estratégicos como la bauxita; pero para esas fechas Alemania sólo
contaba con una flota de 56 unidades, muchas de las cuales no podía llevar a
cabo acciones de largo alcance, es por ello que el comienzo del hostigamiento
de los mercantes que conducían mercancías fue asumido fundamentalmente por
unidades de superficie, tales como embarcaciones artilladas con apariencia de
indefensos mercantes, así como de pequeños cruceros y acorazados de bolsillo
como el Graf Spee, pero pronto la Royal Navy se fue imponiendo. Más adelante,
el mando alemán decidió jugarse otra carta enviando a dichas misiones a los
mejores buques de superficie de la Armada alemana, como el Acorazado Bismark,
orgullo de la flota de Hitler, que finalmente sucumbió ante la Flota Británica.
Entre tanto y ante estos primeros
reveses sufrido, los astilleros alemanes habían puesto manos a la obra, con el
objeto de botar al agua en tiempo record, la mayor cantidad de submarinos
posibles, al tiempo que se trabajaba apresuradamente en el perfeccionamiento
tecnológico de estos; pero Döenitz sabía que no bastaba con sólo disponer del
número apropiado de unidades submarinas, sino que era de vital importancia
desplegar una labor encaminada a garantizar el éxito de sus misiones y para
ello, además de disponer de nuevos submarinos y tripulaciones debidamente
adiestradas, debía contar con la información necesaria para hacer más efectivos
sus ataques. Tener al alcance de forma anticipada los datos sobre los convoyes,
sus rutas, sus tácticas defensivas, protección de los mismos, etc., constituían
un elemento decisivo que les proporcionaría una incuestionable ventaja y para
ello encaminó una parte importante de su esfuerzo, en disponer de los
mecanismos apropiados para contar con dicha información. A principios de 1939
Döenitz dio a conocer en detalles al Almirante Wilhem Canaris, Jefe de la
Abwerh, los planes que tenía para su arma, recabando de esta forma el apoyo de
los servicios de Inteligencia alemanes. Canaris, un oficial de la marina con
una amplia trayectoria, que desde 1931 había trabajado en la inteligencia naval
realizando labores de contrainteligencia y que había sido comandante de un
u-boat en el Mediterráneo, comprendió
como ningún otro la importancia de la labor de espionaje en el éxito de lo que
se conocería como “Guerra Submarina Total”.
A medida que
se incrementaba la acción de los
submarinos alemanes en las aguas del Atlántico norte, la Abwerh había dado
instrucciones a sus redes de espionaje establecidas en el continente americano,
para que trabajaran arduamente en el logro de información con relación a los
embarques destinados al continente europeo, al mismo tiempo se fueron
“sembrando” agentes en algunos puntos importantes, como México, Venezuela,
Colombia, Panamá, Trinidad, Santo Domingo y Cuba, entre otras áreas, cuyas
misiones estarían encaminadas prácticamente, sólo a la obtención de este tipo
de información, la que se hacía llegar al Mando Naval alemán, y con ello, éste
podía desplegar sus fuerzas submarinas
con el máximo de eficiencia. Hay autores que afirman que los submarinos alemanes,
partían al encuentro de los mercantes, desplazándose de un lado a otro en la
inmensidad del océano, hasta lograr
contactar de forma fortuita con algún buque o convoy, para luego
atacarlo; ésta reflexión, además de ingenua, carece de un fundamento sólido;
los propios Aliados no tardaron en darse cuenta, que en una gran cantidad de
ocasiones, la aparición de submarinos actuando solos o en formaciones como las
conocidas “manadas de lobos”, irrumpían de repente en los lugares idóneos pare
efectuar sus ataques con una precisión de relojería; esta apreciación dio lugar
a otro capítulo, la lucha por romper el secreto del contrario.
El ataque sorpresivo a la base
norteamericana de Pearl Harbor por la marina y aviación japonesa, marcó un
punto de inflexión y precipitó la entrada de los Estados Unidos en el
conflicto. Sólo dos días después del
mencionado ataque, los alemanes levantaban todas las restricciones en cuanto a
llevar la guerra submarina hasta la costa este de los Estados Unidos; de esta
forma se daba inicio así, a la denominada Operación Paukenschlag
(Golpe de Tambor). En los días siguientes fueron enviados varios submarinos a
ese sector marítimo y para el 12 de enero ya habían sido hundidos 38 buques
entre petroleros y mercantes de diferentes tipos; en la noche de 15 al 16 de
enero fueron lanzados varios ataques por u-boats que concluyeron con el
hundimiento de varios mercantes y daños a la Refinería de Aruba y en los días
sucesivos se sucedieron otros ataques que provocaron la paralización total del
transporte marítimo de mercancías. Poco después, el 14 de Febrero de 1942 se
dio inicio a la operación “Nueland” (Tierra Nueva) con el ataque del U-502
contra 5 tanqueros que navegaban en aguas del Golfo de Venezuela rumbo a Aruba,
de este modo se iniciaban las operaciones sistemáticas en aguas del Caribe (el
Mando Alemán incluía en el concepto regional de Caribe, tanto al propio Mar
Caribe como al Golfo de México). Pasó
esta zona geográfica a ser uno, sino el más importante teatro de operaciones de
los u-boats; aquí desarrollarían durante un periodo importante de tiempo una de
las más victoriosas campañas los hombres de Döenitz; la guerra
submarina experimentó un aumento sustancial y el teatro de operaciones fue
trasladado desde el Atlántico norte a la zona del Caribe y Golfo de Méjico; era
el preludio de lo que se conoce como la Batalla del Caribe.
Con el traslado
e incremento de la guerra submarina en aguas americanas, las fuerzas armadas de los Estados Unidos
tuvieron que hacer frente a una amenaza de proporciones descomunales. Los
alemanes, conocían plenamente las ventajas que les podía reportar una rápida
acción ofensiva; estos, además, sabían que con la participación americana en la
guerra se incrementaría el movimiento de suministros hacia el teatro de la
guerra, por lo que la entrada y participación directa de esta nación convertía
a la Batalla del Caribe en uno de los puntos claves de la estrategia nazi. El
Mando norteamericano, se vio por su parte, ante la disyuntiva de no disponer de
la capacidad naval necesaria para la protección de su costa atlántica y sin los
necesarios medios aéreos que pudieran cubrir las extensas zonas a patrullar; los
recursos navales y aéreos resultaban a todas luces insuficientes para afrontar
tan urgente tarea, los que se mostraban incapaces de emprender la persecución y
destrucción de las fuerzas submarinas enemigas. El 31 de diciembre de 1941, un
guardacostas había informado del avistamiento de un periscopio en el canal de
Portland, y el 7 de enero un avión del Ejército avistó la presencia de un
submarino frente a la costa de Nueva Jersey, ello puso de manifiesto la
impunidad con que operaban los submarinos alemanes en las proximidades de sus
costas.
Si no se ponía
un freno inmediato a los éxitos de los u-boats alemanes, unas pérdidas
económicas de incalculables proporciones, amenazaban la ayuda brindada a los
aliados; por otro lado, estas pérdidas incesantes, comenzaban a minar la moral
de las tripulaciones de los mercantes, por lo que fue necesario el despliegue
de un monumental esfuerzo propagandístico en aras de elevar el espíritu
patriótico entre los marineros de los buques de transporte. Estos primeros
momentos resultaron particularmente difíciles, pues transcurridos cinco meses
de iniciada esta nueva escalada en el conflicto, los submarinos enemigos
operaban en las aguas costeras de América hundiendo un gran número de mercantes.
En principio, la marina de Estados Unidos había contemplado la realización de
las operaciones más allá de las zonas costeras, por lo que la aviación asumió
tareas de apoyo en casos de emergencia en la defensa de dichas costas.
Simultáneamente se comenzaron a elaborar planes
estratégicos de defensa, que contemplaban medidas urgentes encaminadas a
proporcionar en el menor plazo de tiempo posible los medios mínimos necesarios,
los cuales serían suministrados y contarían con el apoyo de los distintos
mandos y para ello se establecieron medidas de control conjuntas, así como la
creación de un Centro de Información, cuya base de operaciones fue establecida
en la sede del Comando en New York y que había entrado en funcionamiento sólo
cuatro días después del ataque a Pearl Harbor.
El Mando alemán conocedor en detalle
de estos hechos, había incrementado las incursión de sus u-boats al Mar Caribe
y Golfo de México; éstos sabían que Estados Unidos carecía de condiciones para
ofrecer una adecuada protección a esta enorme zona marítima, por lo que una
ascendente cadena de hundimientos de mercantes se llevarían a cabo en dichas
aguas con una casi nula resistencia. El Mando Naval norteamericano consciente
del peligro que esta nueva escalada representaba, decidió poner a disposición
del Gulf Sea Frontier Command (Comando Frontera del Golfo) varios B-18; días
más tarde, el Comandante General de la Primera Fuerza Aérea llevó a cabo la
creación del Gulf Task Force (Fuerza de Tarea del Golfo), que asumiría el
control de todas las aeronaves que actuaban a las órdenes de la Gulf Sea
Frontier. La situación creada en el Golfo de México y Mar Caribe era de tal
gravedad que fue solicitada a la Tercera Fuerza Aérea, la utilización de
algunas de sus naves en el patrullaje antisubmarino.
La mayor parte
de las perdidas continuaban teniendo lugar en el Mar Caribe, Estrecho de
Yucatán y Paso de los Vientos en Cuba. La referida zona del Paso de los
Vientos, al este de Cuba, fue especialmente castigada por
la acciones de los u-boats, produciéndose en unos pocos días el hundimiento de
14 buques que integraban convoyes que cubrían la travesía desde Trinidad a Key West y entre Panamá y
Guantánamo. En ese mismo periodo se llevarían a cabo el hundimiento de siete
mercantes brasileños, lo que precipito la entrada de ese país en el conflicto
bélico.
Estados Unidos
acudió al llamado de sus aliados en América Latina para hacer frente común
contra la escalada de incursiones y ataques de
la flota submarina alemana, que ponía en peligro el curso de la guerra.
La República de Cuba, que a pocas horas de haberse producido el ataque a Pearl
Habor, había declarado la guerra al Eje Roma-Berlín-Tokio, se convertiría en
uno de los principales aliados de Estados Unidos en el enfrentamiento a los
submarinos alemanes en el Caribe.
LA RESPUESTA
El traslado de la guerra de
la guerra submarina a las puertas mismas del continente americano tuvo un
devastador impacto para las fuerzas aliadas, este recrudecimiento de las
acciones de los u-boats, especialmente en el área del Caribe, condujo a que las
pérdidas de buques y sus preciadas
cargas llegaran a alcanzar en el año 1942 más del 40% del total de las sufridas
por los aliados en el resto de los teatros de operaciones en igual período,
estos hechos hicieron necesarios cambios constantes en las estrategias,
viéndose envuelto en dichos planes varios países latinoamericanos; sin embargo, a la Isla de
Cuba le correspondería el papel de avanzadilla, dada su posición estratégica,
puente de más del 70% del tráfico comercial de la zona. La
aún joven y pequeña Marina de Guerra de
Cuba, creada por decreto-ley Presidencial el 2 de julio de 1909 por el entonces
Presidente de la República José Miguel Gómez, sustituyendo así el hasta
entonces existente Servicio de Guardacostas instaurado en 1902, poseía un
carácter regulador y defensivo de las fronteras marítimas isleñas y en modo
alguno estaba preparada para afrontar las tareas de escolta, vigilancia y
protección que le iba a imponer un conflicto de alcance mundial, por lo que en
un lapso mínimo de tiempo tuvo que acometer la
tarea de preparación de personal para cubrir las necesidades que se
fueron generando, en la medida que se incrementaban y modernizaban sus fuerzas navales. En los meses previos a
la entrada de la Isla de Cuba en el conflicto mundial, y ante el curso que iban
tomando los acontecimientos, el Ejército, Marina y Aviación cubana, se
preparaban para una eventual participación del país en la guerra; a tal efecto
fueron enviados a territorio norteamericanos diversas embarcaciones para ser
modernizadas y rearmadas; siguiendo un plan escalonado, los cruceros “Patria” y
“Cuba” fueron totalmente rehabilitados, se les reforzó el blindaje del casco,
le sustituyeron sus motores por otros más modernos y potentes y fueron
equipados con modernos equipos de detección y comunicaciones, así como fueron
sustituidas sus piezas de artillerías por otras más modernas, al tiempo que se
adicionaban algunas nuevas. La pequeña fuerza naval cubana contaba entonces con
32 buques de guerra, entre estos, con 2 cruceros, 11 cañoneras, 5 lanchas
artilladas, 4 caza submarinos de la 1ª Guerra Mundial, 3 buques de transporte y
7 buques auxiliares; no obstante, estas fuerzas continuaban resultando
insuficientes para el resultado exitoso de las misiones que le serían
encomendadas y por ello, a través del Programa Lend –Lease y como resultado de
la firma del Acuerdo Naval y Aéreo suscrito entre Estados Unidos y el país caribeño
con fecha 7 de septiembre de 1942, se habían tomado entre otras decisiones, la de dotar a la Aviación Naval Cubana de modernos
aviones Howard DGA-5, DGA-8, Hidroaviones G-21, varios King Fisher y
transportes, así como crear nuevas facilidades para dichos aparatos. Se realizó
la reorganización y adecuación de los Distritos Navales en que estaba dividida
la Isla, se adquirieron nuevas piezas de artillería para la defensa costera y
se estableció un nuevo centro en el observatorio de Casa Blanca en La Habana,
asesorado por la US Navy Force y dotado del más moderno equipamiento; así
mismo, se procedió al adiestramiento de las tripulaciones, algunas de las
cuales recibieron entrenamiento en centros especializados como el Subchaser
Training Center en Florida. La posterior transferencia a Cuba en 1943 de 16
embarcaciones de combate, entre ellas, 12 caza submarinos de 83 pies y cuatro
buques de patrulla fortaleció sustancialmente la
capacidad de combate de la Armada cubana. Otro
aporte importante de Cuba al esfuerzo bélico, lo constituyó el acuerdo
alcanzado con Estados Unidos y firmado entre las dos naciones el 10 de febrero
de 1943, para la construcción en suelo cubano de las Bases aéreas de San
Antonio de los Baños (La Habana) y San Julián (Pinar del Río), cuyo objetivo
era el establecimiento de facilidades para los escuadrones aéreos
norteamericanos de lucha antisubmarina, encargados de la protección del Caribe
y Golfo de México y para el entrenamiento de los escuadrones de bombarderos de
ese país que operaban en el frente europeo y en el Pacífico; ello, además,
preparaba a los aliados, para en caso de que el conflicto se extendiera a las
naciones americanas, Cuba por su privilegiada posición estratégica, asumiera la
función de un enorme portaviones estacionado a la entrada del hemisferio. A
menudo esta concesión de suelo por parte de Cuba, para establecer bases
militares en territorio isleño, es considerada por algunos autores como una
muestra de la injerencia de Estados Unidos y la dependencia de Cuba hacia esa
nación; sin embargo, hay determinados hechos que no admiten ser sacados de
contexto, la República de Cuba fue signataria de la Declaración de la Naciones
Unidas del 1º de enero de 1942, donde las naciones se comprometían a emplear
todo su potencial económico, militar y financiero en el enfrentamiento del Eje
Roma-Berlín-Tokio, y Cuba actúo en consecuencia.
Durante este
periodo, la Unterseboot Flotille experimentó la
destrucción de sólo 86 de sus submarinos, pérdidas estas,
comparativamente muy inferiores a las sufridas por las marinas mercantes de los
aliados; de este número de unidades
submarinas, sólo 6 tuvieron lugar en el escenario del Caribe y Golfo de Méjico, zonas donde, por
otro lado, los alemanes cosechaban los
más grandes éxitos de toda su campaña. No obstante, las fuerzas aliadas se fueron recuperando y
comenzaron a frenar el empuje alemán, y aunque las pérdidas de mercantes aún
seguían siendo colosales, el total de submarinos hundidos se fue incrementado
hasta alcanzar el número de 238; sin
embargo, estas cifras continuaban siendo comparativamente inferiores a los
hundimientos registrados en las flotas de cargueros.
Las
aguas que rodeaban al archipiélago cubano se convirtieron en uno de los
escenarios más activos de las operaciones de la flota submarina nazi; con
frecuencia casi diaria, se reportaba la presencia de u-boats en aguas próximas a Cuba y una cadena
incesante de hundimientos tenían lugar en ellas; era el periodo conocido como
“hapy times”, donde las exitosas
incursiones de los submarinos alemanes se mostraban imparables. Para que el
lector pueda tener una idea de las enormes proporciones de estas incursiones en
torno a Cuba, basta mencionar el hecho de que más de una treintena de estas
embarcaciones llegaron a operar a muy escasas millas de la costa, en sus aguas
jurisdiccionales, provocando que muchos de sus ataques a mercantes tuvieran
lugar ante la mirada atónita de testigos, que desde tierra asistían al infernal
episodio de un hundimiento como si de una puesta en escena teatral se tratara,
tal es el caso del hundimiento del mercante norteamericano “US Federal” cuyo macabro
espectáculo fue presenciado desde la costa de Gibara y a plena luz del día, por
cientos de vecinos que se agolparon a lo largo del litoral y en las ventanas y
azoteas de los edificios, mientras el U-507 al mando del Comandante Harro
Schacht hundía el buque a cañonazos. Este autor ha podido establecer de forma
contrastada, que los submarinos U-68,
U-103, U-108, U-125, U-129, U-134, U-153, U-154, U-155, U-157 U-158, U-161,
U-163, U-171, U-172, U-173, U-176, U-183, U-185, U-193, U-504, U-506, U-507,
U-508, U-509, U-518, U-527, U-564, U-571, U-600, U-615, U-658 y U-753 estuvieron
entre las naves de su clase que operaron a escasos metros del litoral cubano.
En un reporte realizado al Mando alemán con fecha 7 de agosto de 1942, el U-508
informaba: “no se observa nada fuera del puerto de la Habana desde el día 5 de
agosto en que fueron vistos 4 barcos y 3 aviones”- y que habiendo penetrado
en la bahía de esta ciudad (La Habana)-
“fueron observados a través del periscopio 20 embarcaciones”.
El Almirante Döenitz desde un
principio logró sacar partido a sus reducidas fuerzas submarinas, con la
introducción de nuevos elementos tácticos,
colocando al mando de sus submarinos a comandantes experimentados, que
en numerosas ocasiones habían sido capitanes de mercantes y habían navegado en
muchos casos por aquellas aguas, lo que les permitía conocer con bastante
detalle su zona de operaciones. Igualmente fueron introducidos los submarinos
nodriza, conocidos como “milk kühe” (vacas lecheras), que aprovisionaban a los
u-boats de combustible, municiones y otras vituallas en las mismas zona del
conflicto, lo que les permitía prolongar sustancialmente en tiempo su capacidad
operativa. Más tarde, con la construcción de nuevos u-boats de largo alcance,
fueron incrementándose las incursiones de los mismos en este teatro de
operaciones. Sin embargo, algunas decisiones erráticas del Mando Naval alemán
en la conducción de las operaciones de los u-boats y la clara subestimación
mostrada por dicho mando, a la capacidad de la respuesta por los aliados,
fueron elementos que jugaron en su contra.
La creciente construcción en
astilleros norteamericanos e ingleses de destructores y fragatas y la
introducción en ellos de nuevos equipamientos de detección y armamento
antisubmarino, allanaron el camino para enfrentar más eficazmente a la amenaza de los u-boats; así mismo, la
fabricación en serie de nuevos modelos de aviones, como los F4F/FM Grumman
Wildcat, los Grummans TBF/TBM Avengers y en especial los B-24 Libertor de largo
alcance, que componían el Army Air Forces Antisubmarine Command, jugaron un
importantísimo papel en este enfrentamiento. No menos importante lo fue, la
formación de convoyes organizados y provistos de escolta apropiada. A todo estos elementos, cabe
agregar la colosal capacidad industrial mostrada por Estados Unidos en la
construcción de nuevos cargueros, fundamentalmente los del tipo Liberty, que
lograron en un plazo llamativamente corto, una sostenida capacidad de reemplazo
de los buques hundidos por otros de nueva construcción, creando un equilibrio
entre “pérdidas y sustitución de éstas”, un hecho que resultó determinante.
Podemos afirmar que durante todo este período el Caribe se convirtió en un
colosal polígono de pruebas de nuevas armas y tácticas de combate que más
adelante jugarían un papel decisivo en la victoria aliada.
EN ARAS DE LA VICTORIA
El año 1942 mostró un trágico
balance, matizado por los desesperados intentos de los aliados en frenar el
avance alemán; no obstante, para finales del mes de septiembre de 1942, se
produjo una disminución de la presencia de los u-boats que operaban en la zona
caribeña y ello supuso un elemento alentador. A principios de 1943 comenzó a
vislumbrase un cambio en la correlación de fuerzas; las incursiones y ataques
de los u-boats ya no gozaban de la misma impunidad, la superioridad que iban
alcanzado las fuerzas aliadas, la combinación de enormes recursos económicos y
los continuos avances tecnológicos obtenidos por estos en un cortísimo plazo de
tiempo, propiciaron un giro importante y decisivo en el curso y
desenvolvimiento general de la Batalla del Caribe, ello se pone de manifiesto
en una de la comunicaciones cursadas por Döenitz a los Comandantes de u-boats
en aquellos días:
“A todos los comandantes de Submarinos: En sus esfuerzos por arrebatarle a los
submarinos su característica más valiosa (la invisibilidad), el enemigo está a
distancia por delante de nosotros en virtud de su localización por radar. Soy
plenamente consciente de la difícil posición, en que esto nos sitúa en la lucha
contra las escoltas y fuerzas anti-submarina…”
Almirante Karl Döenitz
Pese a todos los esfuerzos realizados
por la Marina alemana, los acontecimientos comenzaron a inclinarse a favor de
las fuerzas aliadas en el Golfo de México y Mar Caribe; el uso de la escolta y
de pequeños convoyes, además del reforzamiento sustancial del patrullaje aéreo
naval en aquel enclave marítimo provocó
que poco a poco, dicha zona dejara de ser propicia para la acción efectiva de
los submarinos, pues la oportunidad de hallar una ocasión favorable de ataque
se redujo sustancialmente. Las pérdidas causada
a la flota de u-boats por la acción de la aviación resultaban realmente altas y
el Mando alemán adoptó la táctica de que
sus submarinos operarán de forma individual en áreas como el Canal Viejo de
Bahamas, El Paso de los Vientos (Cuba) y Jamaica, una de las zonas más
transitadas entonces por los mercantes de acuerdo a las informaciones de que
disponían; sin embargo, dadas las condiciones climáticas especialmente adversas
existentes en esas áreas y la necesidad de permanecer sumergidos por prolongados
periodos de tiempo para evitar la acción de la aviación, no favorecían la
permanencia de los u-boats en dichas aguas, pero a pesar de todo esto, aún
durante un importante periodo de tiempo
continuarían produciéndose hundimientos con las consecuente pérdida de buques y
de valiosas vidas humanas.
Durante
esta crucial etapa, la Marina de Guerra cubana participó en operaciones
combinadas con las fuerzas estadounidenses en el rastreo y persecución de
submarinos alemanes, convoyando a centenares de buques mercantes y patrullando
las costas de la Isla, otro esfuerzo similar realizaría la aviación naval cubana cubriendo decena de miles de millas en
misiones de patrullas; ambas fuerzas participaron decenas de misiones de
rescate salvando centenares de vidas. En ocasiones, durante algunas de estas
misiones se produjeron episodios de arrojo y valentía, como en el caso de un
cañonero que durante su misión de patrullaje avistó el periscopio y torre de un
submarino y cuando la nave enemiga procedió a sumergirse al saberse
descubierta, la embarcación cubana que no disponía de capacidad antisubmarina
alguna, salvo un “underwater hydrophone”, acudió su encuentro, comenzando
describir círculos en torno al lugar del avistamiento, al tiempo que por radio
pedía el envío de refuerzos y disparando varias andanadas de proyectiles con su
cañón de cubierta en el lugar de la inmersión, con la vana esperanza de
distraer a la embarcación enemiga hasta la llegada de otros medios y conociendo
de antemano que carecía de toda posibilidad de enfrentar a su enemigo, sin ser
destruido. Aún hoy resulta inexplicable como el u-boats decidió no presentar
combate y desaparecer en las profundidades, permitiendo al cañonero salir ileso
de dicha acción. Otro de los hechos heroicos escenificados por marinos cubanos
tuvo lugar durante el hundimiento del “Federal”, cuando los marineros nombrados
Simón Enríquez, Ciso Hernández, Ángel Rodríguez, Jimmy Fernández Baquirí, José
Ramón Blanchard y Gonzalez Najarro asumieron el mando de los buques “Ival”
y “Priscilla” de bandera bahameña anclados en el puerto de Gibara, acudieron al
rescate de los náufragos de la embarcación norteamericana aún bajo el fuego de
la artillería del U-507, salvando así a la mayoría de sus tripulantes.
Pero sin
dudas, el hecho más significativo tuvo lugar el 15 de mayo de 1943, cuando
sobre las 17:15 horas, los
caza submarinos CS-11, CS-13 y CS-22 que formaban la escolta de los mercantes
“Wanks” y ”Camagüey” de banderas hondureña y cubana respectivamente, fueron
alertados por un
hidroavión de la Marina norteamericana, un Vougt Sikorsky Kingfisher,
perteneciente al Escuadrón VS-62 con base en la Estación Aéreo Naval
norteamericana de Cayo Francés, sobre la presencia de un submarino al que
detectó debido al resplandor, provocado por la luz solar al reflectarse sobre la
lente del periscopio y lanzó una bomba de humo en el lugar del avistamiento
para marcar su posición.
Las
embarcaciones cubanas fueron puesta en estado de alerta y el CS-11, líder de la
escolta, ordenó al CS-13 ir al encuentro de la embarcación enemiga; el CS-13
estaba capitaneado por el Alférez de Fragata Mario Ramírez Delgado, quien al
recibir la información sobre la posición
de submarino por el operador de sonar, inició el ataque lanzando varias cargas
de profundidad con intervalo de tiempo, las cuales hicieron blanco provocando
la destrucción del u-boat. El submarino en cuestión, era el poderoso U-176, de
la clase IXC, comandado por el Capitán de Corbeta Reiner Dierksen, quien sólo dos días antes
había hundido a los tanqueros “Nikeliner” de nacionalidad estadounidense y al
“Mambí” de bandera cubana, provocando la
muerte de varios tripulantes de este última. El hundimiento del U-176, por la
acción de la Marina de Guerra de la República de Cuba, es considerado un hito
en la historia naval latinoamericana y motivo de orgullo para nuestro país y su
Armada; su Comandante más tarde sería condecorado con la Orden al Mérito Naval
con Distintivo Rojo, además de recibir tanto él, como su tripulación la condecoración
y el reconocimiento del Presidente y Congreso norteamericano.
Durante
todo 1943, las eficacia de las incursiones llevadas a cabo lo los u-boats
fueron mermando, lo que provocó que el Almirante Döenitz se viera forzado a
iniciar un repliegue táctico hacia otras zonas, en especial, el Atlántico
norte. El curso mismo de la guerra en Europa y
el Pacífico hacían cada vez más difícil la recuperación de la ventaja
con la que en un inicio había contado la Kriegmarine y su flota de submarinos.
En los años siguientes, 1944 y 1945 las pérdidas de u-boats alcanzaron la cifra
de 369 unidades hundidas. Las ventajas obtenidas en los primeros años del conflicto
habían desaparecido definitivamente, produciéndose el colapso inevitable del
III Reich.
El
saldo final de la participación cubana puede resumirse en el casi medio millón
de millas recorridas por sus aviones y embarcaciones de guerra en misiones de
escolta y patrulla con pérdidas mínimas, salvando más de 200 vidas e impidiendo
el hundimiento de más de 400 mercantes, a pesar de que durante ese mismo período
de tiempo, en sus agua jurisdiccionales, los submarinos de Hitler realizarán
más de 120 patrullas, provocando el hundimiento de 446 mercantes, con la
utilización para ello de cerca de 90 u-boats, comandados por experimentados
comandantes, como en el caso del as de la flotilla, Karl Friederich Merten,
cuarto comandante de submarinos que más tonelaje hundido logró durante la
contienda.Hoy podemos proclamar con orgullo, que la República de Cuba con su
pequeña marina y aviación de combate, junto a su diminuta flota de mercantes,
escribió auténticas páginas de gloría en aras de la victoria aliada.
Fuentes:
-Gómez Alvarez, Maximino
, “U-boats del III Reich en Cuba”, Edi. Entrelineas, Madrid, 2009.
-Gómez Alvarez, Maximino,
“Cuba en la Segunda Guerra Mundial, el Incidente 3208" (en proceso de edición).
-NARA, National Archives and Records
Administration, Washington. “Guides to the Microfilmed Records of
the German Navy, 1850-1945. Records Relating to U-boat Warfare, 1939-1945”:
-U-boats en el mar Caribe,
Blog
académico sobre historia naval.
-Wilberg,
Eric, “U-Boats in the Bahamas”, 2014.
Maximino Gómez Alvarez: Es
Lic. en Historia por la Universidad de La Habana. Ha cursado estudios de Master
en Metodología de la Investigación, Master en Etnología y Master en
Archivología; así como estudios de Post Grado en Historia Naval y en
Patrimonio Naval.
Ha trabajado como Museólogo Especialista y Archivólogo. Actualmente realiza trabajos de asesoramiento e investigación en Historia Naval de la 2ª Guerra Mundial, colaborando con diferentes instituciones e investigadores.
Ha impartido charlas y conferencias; ha colaborado con la Revista Cubana de Ciencias Sociales y participado en eventos como X Conferencia Internacional de Directores de Archivos de los Países del Este; 1er Coloquio de Historia Local; IV Encuentro de Investigadores de Patrimonio Cultural, Cuba (1er Premio y Mención en la Categoría de Historia); V Encuentro de Patrimonio Cultural, Cuba (dos Menciones en la categoría de Historia); Segunda Conferencia Internacional sobre Conservación de Patrimonio y Centros Históricos; VIII Simposio de Cultura de la Ciudad, Cuba (Primer Premio en la categoría de Historia). Obras suyas son, “La Fundación de Guanabacoa: noticias históricas”, “El Camino de los Dioses”, “Así se quebró el acero” y “Hitler´s Shark”, su más reciente publicación, “U-boats del III Reich en Cuba” (Edit. Entrelíneas, Madrid 2009), ISBN: 978-84-9802-959-8. Actualmente se encuentra en proceso editorial su obra “El Incidente 3208”.
Ha trabajado como Museólogo Especialista y Archivólogo. Actualmente realiza trabajos de asesoramiento e investigación en Historia Naval de la 2ª Guerra Mundial, colaborando con diferentes instituciones e investigadores.
Ha impartido charlas y conferencias; ha colaborado con la Revista Cubana de Ciencias Sociales y participado en eventos como X Conferencia Internacional de Directores de Archivos de los Países del Este; 1er Coloquio de Historia Local; IV Encuentro de Investigadores de Patrimonio Cultural, Cuba (1er Premio y Mención en la Categoría de Historia); V Encuentro de Patrimonio Cultural, Cuba (dos Menciones en la categoría de Historia); Segunda Conferencia Internacional sobre Conservación de Patrimonio y Centros Históricos; VIII Simposio de Cultura de la Ciudad, Cuba (Primer Premio en la categoría de Historia). Obras suyas son, “La Fundación de Guanabacoa: noticias históricas”, “El Camino de los Dioses”, “Así se quebró el acero” y “Hitler´s Shark”, su más reciente publicación, “U-boats del III Reich en Cuba” (Edit. Entrelíneas, Madrid 2009), ISBN: 978-84-9802-959-8. Actualmente se encuentra en proceso editorial su obra “El Incidente 3208”.
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