LA
INMERSIÓN (antecedentes)
Por Maximino Gómez
Alvarez
Se sabe que la
inmersión es una práctica que data de la antigüedad; el pueblo griego antiguo,
como otros pueblos marineros contemporáneos suyos en el Mediterráneo, hacían uso de submarinistas en las recuperaciones marítimas,
también en algunos episodios bélicos como el asedio a Siracusa (año V a.c)
donde fueron empleados submarinistas con el objeto de practicar la demolición
de los obstáculos que los habitantes de la ciudad había colocado en el fondo marino
para impedir la entrada de las embarcaciones
griegas a puerto. De antaño, los submarinistas también fueron utilizados
con el fin de recuperar tesoros hundidos; los antiguos códigos marítimos
conocidos como Ley de Rodas del Mediterráneo regulaban las recompensas de que
eran objeto los trabajos de los submarinistas basados en la profundidad que
estos alcanzaran en la realización de la labor de búsqueda. Muchos otros
pueblos de distintas latitudes, empleaban así mismo la práctica del
submarinismo con diferentes fines, los más comunes, la recolección de esponjas
y la obtención de perlas.
Los primeros equipos de
inmersión fabricados por el hombre de que se tenga noticia, consistía en
conectar el individuo a la superficie con la utilización de un tubo que en su
extremo libre estaba unido a un flotador. Aristóteles (S. IV a.c.) ya hablaba
de un dispositivo muy similar a la denominada campana de buzo; Flavio Vigecio
(S. V d.c.) describe en su obra Epitome
Institutionem Rei Militaris a un
submarinista que realiza labores subacuáticas con la utilización de un casco
unido a la superficie con un tubo respirador; es conocido que el sabio y
humanista Leonardo Da Vinci realizó estudios sobre inmersión e ideo una suerte
de escafandra. No obstante, fue el matemático, médico y astrónomo italiano
Giovanni Alfonso Borelli, quien describió en su obra los detalles de un
dispositivo respirados compuesto de un par de fuelles para suministrar aire a
submarinistas; esto no sólo permitió al hombre permanecer más tiempo bajo la
superficie marina, si no, que además permitió, alcanzar mayores profundidades
de inmersión con la técnica de suministro de aire que se conoce como “inmersión
alimentada desde superficie”. Un elemento que supuso un avance en los métodos
de inmersión, lo constituyó el invento realizado en el siglo XVIII por el británico John Lethbrige, consistente en un
barril de cuero totalmente estanco que alojaba el torso y la cabeza del
submarinista, cuya visibilidad resultaba posible con la colocación de un visor;
otro aditamentos presentes en este ingenio lo constituían unos protectores de
los brazos que facilitaban los movimientos del buzo.
Grabado
de época donde se reproduce aspectos de la Campana de Halley
A principios del siglo
XVIII el astrónomo Sir Edmunds Halley publicó los detalles de la conocida como
fabricación de la campana de buzo, junto
con un casco y un dispositivo para suministrar aire desde un barril estanco de
madera que permanecía en la superficie, lo que permitía al submarinista ampliar
el tiempo de permanencia bajo el agua; Roger Bacon había sugerido una idea
parecida en el siglo XIII y Francis Bacon en siglo XVII había comentado en su
obra Novum Organum la creación de una campana con cierto parecido; una
campana de buzo había sido diseñada también por
John Trasnier. Otro mecanismo de buceo constituyó la denominada Campana de Halley,
mucho más perfeccionadas que sus antecesoras; esta era de madera recubierta de
plomo con la intención de proporcionarle peso y estabilidad; su diámetro era de
1,4 m en la base abierta y 0,9 m en la parte superior con una altura de 2,7 m,
lo cual permitía la compresión del aire encerrado en su interior mientras se
bajaba la campana; poseía un cristal en la parte superior que proporcionaba luz
y una bomba manual para expeler el aire viciado, constituyendo el suministro de
aire el aspecto más significativo; un barril cubierto de plomo con aberturas en
la zona superior e inferior se sumergía en el agua y quedaba al alcance de los
ocupantes de la campana, en tanto, que un tubo de cuero lastrado corría desde
la abertura superior a la interior de la campana del buzo que era sostenido por uno de los
submarinistas, gracias al lastre que colgaba por debajo del nivel del agujero
inferior permitía retener el aire dentro del barril. Para llenar de aire la
campana, era suficiente con levantar el tubo lastrado de modo que la presión
del aire actuará sobre el aire contenido en el barril, a través del agujero
inferior hacia el resto.
Con el paso de los siglos se fueron perfeccionando
los equipos que permitían
una
permanencia más larga del submarinista bajo la superficie del mar.
Con el empleo combinado
de dos barriles, el buzo podía permanecer por tiempo indefinido en el fondo.
Otro invento mucho más sencillo era una bomba en superficie que se encargaba de
rellenar aire a presión en la campana con el fin de que el agua lo empujara
hacia abajo, hasta el mismo borde de la campana. Tuvieron, sin embargo, que
transcurrir años para que John Smeaton introdujera esta sencilla invención, que en
realidad tenía forma rectangular. En general, la campana del buzo funcionaba,
pero sólo permitía la labor del submarinista en un solo punto de la inmersión.
En 1797, cuando el inventor alemán Kliengert presentó el diseño de su escafandra, esta presentaba
caracterices muy avanzadas, entre ellas, el sistema separado para la expulsión
del aire viciado, pero este obligaba al buzo a respirar por un tubo unido a un
flotador en superficie. Todas estas escafandras constituyen el antecedente del
mecanismo creado por el alemán Augustus
Siebes, considerado el precursor de la
escafandra, que en 1891 creaba la llamada “escafandra abierta” y años más tarde,
el perfeccionamiento de la escafandra cerrada.
Hoy los dispositivos de
inmersión han sido desarrollados y perfeccionados a grados insospechados, pero
de esos avances tecnológicos en el campo del buceo, hablaremos en otro
artículo.
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