Los Servicios de
Inteligencia Japoneses en América: La Operación PX.
Por Maximino Gómez Álvarez
Los servicios de espionaje
japoneses, desarrollaron una importante actividad de inteligencia en territorio
de Estados Unidos y América Latina, episodio que no ha sido lo suficiente abordado
por los estudiosos e investigadores, debido a innumerables factores. Realmente,
el intento de recomponer la actuación de los servicios secretos japoneses en
América, especialmente en los países latinoamericanos supone un esfuerzo
importante; varios factores objetivos obstaculizan la labor de investigación,
entre ellos la desaparición de innumerables evidencia escritas que resultarían
de vital importancia para dicho estudio, en la mayoría de los casos, provocado
por la ejecución de órdenes precisas del mando nipón, de destruir a gran escala
dichos documentos; a ello habría que sumar, las pérdidas documentales sufridas
como resultado de los bombardeos masivos norteamericanos, cuya destrucción
alcanza cifras escalofriantes; no es exagerado afirmar que dichas pérdidas
suman toneladas de documentos que han desaparecido para siempre. Por otro lado,
la táctica utilizada por los japoneses, era la de diseminar sus agentes
mezclados en agrupaciones de inmigrantes y como ciudadanos corrientes, en
comunidades agrícolas, de pescadores o en el servicio doméstico, ejerciendo
generalmente diversas ocupaciones menores; tal fue el caso de agente secreto Oshi, Capitán de la Marina Imperial, que laboraba
como obrero maderero y que logró establecer una poderosa red de espionaje en el
Archipiélago de las Perlas y en la zona del Canal de Panamá. Por
otro lado, elementos de carácter cultural, contribuían a enmascarar el nivel de
muchos de estos agentes y alejar la sospecha de ellos; si observamos por
ejemplo, a una familia humilde tradicional japonesa durante la ceremonia del
té, dicha operación rutinaria se lleva a cabo con tal nivel de elegancia y
delicadeza, que a los ojos de un occidental resulta difícil de discernir si
entre los que ejecutan dicho ritual, hay grandes diferencias en su nivel de
instrucción; téngase en cuenta, que entre algunos de estos agentes secretos, se
encontraban miembros procedentes de familias prominentes e incluso emparentadas
con la familia imperial mezclados con miembros de familias japonesas de escaso
nivel cultural y económico. La barrera del idioma era, igualmente, un factor
que contribuía a mantener el hermetismo y divorcio entre estas comunidades japonesas
y la población de los países en los que
actuaban, así como con otras comunidades numerosas de origen asiático asentada
también en dichos paises, como la
China.
Por otro lado, debido a las
profundas convicciones y a un sentido cabal del deber y del honor, sustentado
por el código ético del Bushido anclados en la psiquis de estos agentes
japoneses, se hacia prácticamente imposible esperar la colaboración de estos al
ser descubiertos; en suma, un espíritu imbuido poderosamente con un concepto filosófico del honor de compleja elaboración y una entrega irracionalmente
fanática a la figura de su Emperador, dificultaba la tarea de extraerles
información a los posibles agentes apresados por los servicios de inteligencia
Aliados.
En la actualidad, el hecho de
que la lengua japonesa haya sido poco difundida fuera de sus fronteras, ha
provocado que salvo excepciones, el porcentaje de investigadores occidentales
que dominen el japonés resulte casi nulo; por otro lado, una investigación en
los archivos nipones por historiadores de otras latitudes, por periodos
prolongados de tiempo y con uso de traductores especializados, resultaría
extremadamente laboriosa, al tiempo que costosa. Todos estos elementos
enunciados con anterioridad, obstaculizan seriamente cualquier intento de
investigación de esa parte importante del tejido histórico de los
acontecimientos, en el que estaban involucrados los servicios de espionaje
japonés y su papel en América.
Desde mucho antes del ataque a
Pearl Harbor, las potencias del Eje habían coordinado
tareas conjuntas de inteligencia; antes
de 1940, centenares de agentes secretos japoneses miembros de distintas redes y
organizaciones como la Sociedad Dragón Negro, entre los que se encontraban los denominados Soshi (Caballeros
Intrépidos), operaban en zonas tan distantes del archipiélago nipón como
Latinoamérica o el norte de África. Para esta fecha ya se
preparaban en diversos frentes, atendiendo al curso que pudieran ir tomando los
acontecimientos y al igual que sus
homólogos alemanes e italianos, los japoneses, habían establecido núcleos y
diseminando miembros de sus servicios de inteligencia a todo lo largo y ancho
del continente americano. Los agentes secretos nipones fueron realizando su
trabajo de penetración sistemática de forma paciente; un número importante de
estos, como es el caso de Cuba, a menudo lograban acceder a puestos de trabajos
en el seno de familias influyentes o por lo menos de un nivel social de clase
media-alta, la mayoría de ellos como empleados de servicio; eran excelentes
jardineros, hábiles chóferes, cocineros brillantes e insuperables masajistas;
el ejercicio de estas y otras profesiones similares les permitían obtener,
aprovechándose de la indiscreción de sus empleadores, de diversos tipos de
informaciones, que iban desde las de carácter económico, estratégicas y
políticas, hasta las referidas a estados de opinión en cuanto al
desenvolvimiento del conflicto bélico etc.
En estos primeros años de la guerra, las costas cubanas fueron objeto
igualmente, del asentamientos de grupos de pescadores japoneses, que hicieron
famosas sus embarcaciones conocidas como ”lanchas camagüeyanas”, diseñadas para
la pesca mayor y en las cuales
frecuentemente entre sus tripulantes, solían encontrarse especialistas en
cartografía, por lo que las labores de pesca servían de fachada para enmascarar
sus verdaderas actividades; estás embarcaciones realizaban mediciones de
las profundidades marinas, del perfil de
la costa, acceso a los canalizos y otras de carácter puramente técnico,
incluyendo informaciones de tipo meteorológico con lo que lograban diseñar
cartas y elaborar informes precisos; además, dichos buques servían de puestos
de observación móviles para estudiar los
movimientos navales cubanos y norteamericanos en las distintas zonas.
Precisamente estas informaciones y otras obtenidas por los servicios de inteligencia
nipones en Cuba,
Panamá y Brasil, utilizando estos métodos, estuvieron presente en los planes de
guerra de ese país, como lo revelan los documentos pertenecientes a un agente
de la inteligencia de la
Sociedad Dragón Negro, sustraídos de forma clandestinamente
de un hotel de los Ángeles, California y conocidos como “La Alianza de los Tres
Poderes y la
Guerra Americana-Japonesa”, donde se detallaban planes de
invasiones simultaneas a Ciudad Panamá, Washington, Alaska y Nueva York. Así, cuando el estado de la guerra entre los
Estados Unidos y Japón alcazaba su momento más critico, el mando de la Nihon Kaigun o Kaigun Teikoku (Armada Japonesa o
Armada Imperial), decide llevar a la práctica un supersecreto plan
denominado Operación PX; dicha operación surgió
poco después de abril del 1942 y consistía básicamente, en un ataque sorpresa
sobre el Canal de Panamá. Los planes iníciales
de dicha Operación, se fueron postergando al tiempo que reelaborando, en algunas
de sus variantes, aseguran algunos estudiosos y expertos, se llegó a contemplar
el bombardeo de puntos estratégicos en suelo de países como Cuba (puertos de embarque,
plantas industriales etc.) de forma paralela al ataque al Canal de Panamá, pero
dichas propuestas no tuvieron éxito, dado el papel disuasorio que jugó el
dislocamiento en la Isla,
de un escuadrón norteamericano de bombarderos pesados, otro de lucha
antisubmarina y la Base Naval
de Guantánamo, por lo que una
incursión japonesa en este sentido hubiera contado con una respuesta de
proporciones catastróficas para estos.
No es hasta 1944 que se decide poner en práctica una versión más o menos definitiva de la Operación PX, la que comprendía el bombardeo a la esclusa Gatún en el lado Atlántico del Canal de Panamá, por lo que los ataques se efectuarían desde el Caribe, y con dichos bombardeos, las fuerzas japonesas se proponían provocar daños considerables en los drenajes del lago artificial (lago Gatún), que tardarían, según sus propios cálculos, entre 8 y 10 meses en ser reparados, paralizando de esta forma el tráfico transoceánico a través de dicho Canal. El ataque a la esclusa Gatún, sería casi simultáneamente seguido de un ataque a las ciudades de San Francisco y New York con armas bacteriológicas con el fin de transmitir tifus, cólera y fiebre del dengue entre otras enfermedades altamente contagiosas, con las que se podía provocar la muerte de millones de personas y un pánico generalizado en la población estadounidense. El ataque bacteriológico, había sido minuciosamente planeado y elaborado; las sepas de los mortales virus habían sido desarrolladas en los laboratorios médicos de Harbin en Manchuria a cargo del tristemente célebre Dr. Shiro Ishii Jefe del escuadrón 731 y probado con prisioneros de guerra chinos y rusos.
No es hasta 1944 que se decide poner en práctica una versión más o menos definitiva de la Operación PX, la que comprendía el bombardeo a la esclusa Gatún en el lado Atlántico del Canal de Panamá, por lo que los ataques se efectuarían desde el Caribe, y con dichos bombardeos, las fuerzas japonesas se proponían provocar daños considerables en los drenajes del lago artificial (lago Gatún), que tardarían, según sus propios cálculos, entre 8 y 10 meses en ser reparados, paralizando de esta forma el tráfico transoceánico a través de dicho Canal. El ataque a la esclusa Gatún, sería casi simultáneamente seguido de un ataque a las ciudades de San Francisco y New York con armas bacteriológicas con el fin de transmitir tifus, cólera y fiebre del dengue entre otras enfermedades altamente contagiosas, con las que se podía provocar la muerte de millones de personas y un pánico generalizado en la población estadounidense. El ataque bacteriológico, había sido minuciosamente planeado y elaborado; las sepas de los mortales virus habían sido desarrolladas en los laboratorios médicos de Harbin en Manchuria a cargo del tristemente célebre Dr. Shiro Ishii Jefe del escuadrón 731 y probado con prisioneros de guerra chinos y rusos.
Los macabros laboratorios del Escuadrón 731.
El tristemente célebre Dr. Shiro Ishii.
Para la Operación PX, se
prepararon buques de guerra camuflados con apariencia de mercantes y barcos de
cabotaje, con la marcada intención de burlar el reconocimiento aéreo de los
aliados. En el Mar de Japón, en la costa
occidental, entre Honshu y Takaoka en la bahía de Toyama, fueron construidas
replicas exactas de las esclusas de Gatún con la finalidad de entrenarse en los
ataques y bombardeos con medios aéreos.
Foto del I-400, el primer submarinos porta avionesdel mundo.
Pero quizás, lo más
espectacular de esta operación, eran las armas que iban a ser utilizadas en
este ataque, entre ellos, los submarinos gigantes I-400[1], los primeros submarinos
portaviones del mundo, capaces de llevar en su interior hasta 3 hidroaviones
del tipo Aichi M6A1[2]
(Seiran), los cuales habían sido diseñados especialmente para la Operación PX. El 15
de Diciembre de 1944 se ultimaron los preparativos finales, formándose lo que
oficialmente sería conocido como Cuerpo Aéreo 613,
comandado por un Oficial de la 1ª Flotilla Japonesa de Submarinos, el Capitán
Ariizumi. El 2
de abril se realizaron los preparativos finales y el ataque fue fijado para el
25 de junio de 1945. No obstante, ente la inminencia de un ataque a gran escala
de Estados Unidos a las Islas del Japón, el Estado Mayor nipón hizo abortar la
operación, para fimalmente, dedicar aquellos medios para intentar frenar la invasión norteamericana de
Japón.
Avión Aichi M6A1Seiran despegando desde el I-400
Avión Aichi M6A1 , sólo un aparato se conserva en todo el mundo;
en el National Air and Space Museum. Washington DC.
en el National Air and Space Museum. Washington DC.
[1] De
estos gigantes submarinos fueron construidos tres, los I-400, I-401 e I-402, cada uno
con un desplazamiento de 6.560 toneladas y con 400 pies de eslora (tres
veces el tamaño promedio de los submarinos de la 2ª Guerra Mundial), los mismos
alcanzaban en la superficie la velocidad de 19 nudos y 6,5 sumergidos, eran
submarinos “long range”, capaces de
navegar 37.000 millas y durante 4 meses sin ser abastecidos de
combustible, además de estar dotados con
torpedos del Tipo 95, los más efectivos del mundo en aquella época, así
como de snorkel y radar. En dependencia del tipo de operación que fueran a
realizar, los I-400 podía contar con una tripulación de entre 144 y 220
hombres.
[2]El
Aichi M6A1 fueron aviones diseñados especialmente para la
Operación PX.
Estaban provistos de motores alemanes Daimler-Benz DB 601 A con 1,400 caballos de
fuerza. Los Aichi eran llevados en número de tres y semiensamblados en una
suerte de hangar que poseían los submarinos I-400. Una vez en la
superficie, una tripulación bien adiestrada, era capaz en tan sólo 45 minutos,
terminar de ensamblar los 3 aviones, amunicionarlos, suministrarle combustible
y catapultarlos; esto último utilizando una catapulta de 120 pies de longitud. Un
M6A1 Seiran se exhibe hoy en día, en el National Air and Space Museum in
Washington DC., el único avión de su tipo que aún se conserva en el mundo.
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