domingo, 7 de enero de 2018

Cuba y la guerra submarina en el Caribe

CUBA Y LA GUERRA SUBMARINA EN EL CARIBE

Por Maximino Gómez Álvarez

LA ESCALADA 

Desde el mismo inicio de la 2ª Guerra Mundial, uno de los objetivos fundamentales de la Alemania nazi, se centró en el logro de la asfixia económica de los países aliados y para ello, la flota de submarinos del Almirante Döenitz, elaboró una estrategia encaminada al hundimiento sistemático de los cargueros que conducían los suministros vitales que permitían a esas naciones enfrentarles con éxito.
Algunos meses antes del inicio de las hostilidades, el Almirante Karl Döenitz, Jefe de la flota submarina (Unterseebootee flotille), había propuesto al Almirante Raeder, Jefe de la Kriegsmarine, desarrollar un ambicioso plan destinado a la paralización de los suministros aliados; Döenitz consideraba, según sus propios cálculos y el de sus expertos, que una flota de 300 submarinos serían suficientes para la paralización de los suministros, en especial los embarques de petróleo y otros materiales estratégicos como la bauxita; pero para esas fechas Alemania sólo contaba con una flota de 56 unidades, muchas de las cuales no podía llevar a cabo acciones de largo alcance, es por ello que el comienzo del hostigamiento de los mercantes que conducían mercancías fue asumido fundamentalmente por unidades de superficie, tales como embarcaciones artilladas con apariencia de indefensos mercantes, así como de pequeños cruceros y acorazados de bolsillo como el Graf Spee, pero pronto la Royal Navy se fue imponiendo. Más adelante, el mando alemán decidió jugarse otra carta enviando a dichas misiones a los mejores buques de superficie de la Armada alemana, como el Acorazado Bismark, orgullo de la flota de Hitler, que finalmente sucumbió ante la Flota Británica.
Entre tanto y ante estos primeros reveses sufrido, los astilleros alemanes habían puesto manos a la obra, con el objeto de botar al agua en tiempo record, la mayor cantidad de submarinos posibles, al tiempo que se trabajaba apresuradamente en el perfeccionamiento tecnológico de estos; pero Döenitz sabía que no bastaba con sólo disponer del número apropiado de unidades submarinas, sino que era de vital importancia desplegar una labor encaminada a garantizar el éxito de sus misiones y para ello, además de disponer de nuevos submarinos y tripulaciones debidamente adiestradas, debía contar con la información necesaria para hacer más efectivos sus ataques. Tener al alcance de forma anticipada los datos sobre los convoyes, sus rutas, sus tácticas defensivas, protección de los mismos, etc., constituían un elemento decisivo que les proporcionaría una incuestionable ventaja y para ello encaminó una parte importante de su esfuerzo, en disponer de los mecanismos apropiados para contar con dicha información. A principios de 1939 Döenitz dio a conocer en detalles al Almirante Wilhem Canaris, Jefe de la Abwerh, los planes que tenía para su arma, recabando de esta forma el apoyo de los servicios de Inteligencia alemanes. Canaris, un oficial de la marina con una amplia trayectoria, que desde 1931 había trabajado en la inteligencia naval realizando labores de contrainteligencia y que había sido comandante de un u-boat en el Mediterráneo,  comprendió como ningún otro la importancia de la labor de espionaje en el éxito de lo que se conocería como “Guerra Submarina Total”.
A medida que se  incrementaba la acción de los submarinos alemanes en las aguas del Atlántico norte, la Abwerh había dado instrucciones a sus redes de espionaje establecidas en el continente americano, para que trabajaran arduamente en el logro de información con relación a los embarques destinados al continente europeo, al mismo tiempo se fueron “sembrando” agentes en algunos puntos importantes, como México, Venezuela, Colombia, Panamá, Trinidad, Santo Domingo y Cuba, entre otras áreas, cuyas misiones estarían encaminadas prácticamente, sólo a la obtención de este tipo de información, la que se hacía llegar al Mando Naval alemán, y con ello, éste podía desplegar  sus fuerzas submarinas con el máximo de eficiencia. Hay autores que afirman que los submarinos alemanes, partían al encuentro de los mercantes, desplazándose de un lado a otro en la inmensidad del océano, hasta lograr  contactar de forma fortuita con algún buque o convoy, para luego atacarlo; ésta reflexión, además de ingenua, carece de un fundamento sólido; los propios Aliados no tardaron en darse cuenta, que en una gran cantidad de ocasiones, la aparición de submarinos actuando solos o en formaciones como las conocidas “manadas de lobos”, irrumpían de repente en los lugares idóneos pare efectuar sus ataques con una precisión de relojería; esta apreciación dio lugar a otro capítulo, la lucha por romper el secreto del contrario.
El ataque sorpresivo a la base norteamericana de Pearl Harbor por la marina y aviación japonesa, marcó un punto de inflexión y precipitó la entrada de los Estados Unidos en el conflicto. Sólo dos  días después del mencionado ataque, los alemanes levantaban todas las restricciones en cuanto a llevar la guerra submarina hasta la costa este de los Estados Unidos; de esta forma se daba inicio así, a la denominada Operación Paukenschlag (Golpe de Tambor). En los días siguientes fueron enviados varios submarinos a ese sector marítimo y para el 12 de enero ya habían sido hundidos 38 buques entre petroleros y mercantes de diferentes tipos; en la noche de 15 al 16 de enero fueron lanzados varios ataques por u-boats que concluyeron con el hundimiento de varios mercantes y daños a la Refinería de Aruba y en los días sucesivos se sucedieron otros ataques que provocaron la paralización total del transporte marítimo de mercancías. Poco después, el 14 de Febrero de 1942 se dio inicio a la operación “Nueland” (Tierra Nueva) con el ataque del U-502 contra 5 tanqueros que navegaban en aguas del Golfo de Venezuela rumbo a Aruba, de este modo se iniciaban las operaciones sistemáticas en aguas del Caribe (el Mando Alemán incluía en el concepto regional de Caribe, tanto al propio Mar Caribe como al  Golfo de México). Pasó esta zona geográfica a ser uno, sino el más importante teatro de operaciones de los u-boats; aquí desarrollarían durante un periodo importante de tiempo una de las más victoriosas campañas los hombres de Döenitz; la guerra submarina experimentó un aumento sustancial y el teatro de operaciones fue trasladado desde el Atlántico norte a la zona del Caribe y Golfo de Méjico; era el preludio de lo que se conoce como la Batalla del Caribe. 
Con el traslado e incremento de la guerra submarina en aguas americanas,  las fuerzas armadas de los Estados Unidos tuvieron que hacer frente a una amenaza de proporciones descomunales. Los alemanes, conocían plenamente las ventajas que les podía reportar una rápida acción ofensiva; estos, además, sabían que con la participación americana en la guerra se incrementaría el movimiento de suministros hacia el teatro de la guerra, por lo que la entrada y participación directa de esta nación convertía a la Batalla del Caribe en uno de los puntos claves de la estrategia nazi. El Mando norteamericano, se vio por su parte, ante la disyuntiva de no disponer de la capacidad naval necesaria para la protección de su costa atlántica y sin los necesarios medios aéreos que pudieran cubrir las extensas zonas a patrullar; los recursos navales y aéreos resultaban a todas luces insuficientes para afrontar tan urgente tarea, los que se mostraban incapaces de emprender la persecución y destrucción de las fuerzas submarinas enemigas. El 31 de diciembre de 1941, un guardacostas había informado del avistamiento de un periscopio en el canal de Portland, y el 7 de enero un avión del Ejército avistó la presencia de un submarino frente a la costa de Nueva Jersey, ello puso de manifiesto la impunidad con que operaban los submarinos alemanes en las proximidades de sus costas.
 Si no se ponía un freno inmediato a los éxitos de los u-boats alemanes, unas pérdidas económicas de incalculables proporciones, amenazaban la ayuda brindada a los aliados; por otro lado, estas pérdidas incesantes, comenzaban a minar la moral de las tripulaciones de los mercantes, por lo que fue necesario el despliegue de un monumental esfuerzo propagandístico en aras de elevar el espíritu patriótico entre los marineros de los buques de transporte. Estos primeros momentos resultaron particularmente difíciles, pues transcurridos cinco meses de iniciada esta nueva escalada en el conflicto, los submarinos enemigos operaban en las aguas costeras de América hundiendo un gran número de mercantes. En principio, la marina de Estados Unidos había contemplado la realización de las operaciones más allá de las zonas costeras, por lo que la aviación asumió tareas de apoyo en casos de emergencia en la defensa de dichas costas. Simultáneamente se comenzaron a elaborar planes  estratégicos de defensa, que contemplaban medidas urgentes encaminadas a proporcionar en el menor plazo de tiempo posible los medios mínimos necesarios, los cuales serían suministrados y contarían con el apoyo de los distintos mandos y para ello se establecieron medidas de control conjuntas, así como la creación de un Centro de Información, cuya base de operaciones fue establecida en la sede del Comando en New York y que había entrado en funcionamiento sólo cuatro días después del ataque a Pearl Harbor. 
El Mando alemán conocedor en detalle de estos hechos, había incrementado las incursión de sus u-boats al Mar Caribe y Golfo de México; éstos sabían que Estados Unidos carecía de condiciones para ofrecer una adecuada protección a esta enorme zona marítima, por lo que una ascendente cadena de hundimientos de mercantes se llevarían a cabo en dichas aguas con una casi nula resistencia. El Mando Naval norteamericano consciente del peligro que esta nueva escalada representaba, decidió poner a disposición del Gulf Sea Frontier Command (Comando Frontera del Golfo) varios B-18; días más tarde, el Comandante General de la Primera Fuerza Aérea llevó a cabo la creación del Gulf Task Force (Fuerza de Tarea del Golfo), que asumiría el control de todas las aeronaves que actuaban a las órdenes de la Gulf Sea Frontier. La situación creada en el Golfo de México y Mar Caribe era de tal gravedad que fue solicitada a la Tercera Fuerza Aérea, la utilización de algunas de sus naves en el patrullaje antisubmarino.
 La mayor parte de las perdidas continuaban teniendo lugar en el Mar Caribe, Estrecho de Yucatán y Paso de los Vientos en Cuba. La referida zona del Paso de los Vientos, al este de Cuba, fue especialmente castigada por la acciones de los u-boats, produciéndose en unos pocos días el hundimiento de 14 buques que integraban convoyes que cubrían la travesía desde  Trinidad a Key West y entre Panamá y Guantánamo. En ese mismo periodo se llevarían a cabo el hundimiento de siete mercantes brasileños, lo que precipito la entrada de ese país en el conflicto bélico.
Estados Unidos acudió al llamado de sus aliados en América Latina para hacer frente común contra la escalada de incursiones y ataques de  la flota submarina alemana, que ponía en peligro el curso de la guerra. La República de Cuba, que a pocas horas de haberse producido el ataque a Pearl Habor, había declarado la guerra al Eje Roma-Berlín-Tokio, se convertiría en uno de los principales aliados de Estados Unidos en el enfrentamiento a los submarinos alemanes en el Caribe.

LA RESPUESTA 

El traslado de la guerra de la guerra submarina a las puertas mismas del continente americano tuvo un devastador impacto para las fuerzas aliadas, este recrudecimiento de las acciones de los u-boats, especialmente en el área del Caribe, condujo a que las pérdidas  de buques y sus preciadas cargas llegaran a alcanzar en el año 1942 más del 40% del total de las sufridas por los aliados en el resto de los teatros de operaciones en igual período, estos hechos hicieron necesarios cambios constantes en las estrategias, viéndose envuelto en dichos planes varios países latinoamericanos; sin embargo, a la Isla de Cuba le correspondería el papel de avanzadilla, dada su posición estratégica, puente de más del 70% del tráfico comercial de la zona. La aún  joven y pequeña Marina de Guerra de Cuba, creada por decreto-ley Presidencial el 2 de julio de 1909 por el entonces Presidente de la República José Miguel Gómez, sustituyendo así el hasta entonces existente Servicio de Guardacostas instaurado en 1902, poseía un carácter regulador y defensivo de las fronteras marítimas isleñas y en modo alguno estaba preparada para afrontar las tareas de escolta, vigilancia y protección que le iba a imponer un conflicto de alcance mundial, por lo que en un lapso mínimo de tiempo tuvo que acometer la  tarea de preparación de personal para cubrir las necesidades que se fueron generando, en la medida que se incrementaban y modernizaban sus  fuerzas navales. En los meses previos a la entrada de la Isla de Cuba en el conflicto mundial, y ante el curso que iban tomando los acontecimientos, el Ejército, Marina y Aviación cubana, se preparaban para una eventual participación del país en la guerra; a tal efecto fueron enviados a territorio norteamericanos diversas embarcaciones para ser modernizadas y rearmadas; siguiendo un plan escalonado, los cruceros “Patria” y “Cuba” fueron totalmente rehabilitados, se les reforzó el blindaje del casco, le sustituyeron sus motores por otros más modernos y potentes y fueron equipados con modernos equipos de detección y comunicaciones, así como fueron sustituidas sus piezas de artillerías por otras más modernas, al tiempo que se adicionaban algunas nuevas. La pequeña fuerza naval cubana contaba entonces con 32 buques de guerra, entre estos, con 2 cruceros, 11 cañoneras, 5 lanchas artilladas, 4 caza submarinos de la 1ª Guerra Mundial, 3 buques de transporte y 7 buques auxiliares; no obstante, estas fuerzas continuaban resultando insuficientes para el resultado exitoso de las misiones que le serían encomendadas y por ello, a través del Programa Lend –Lease y como resultado de la firma del Acuerdo Naval y Aéreo suscrito entre Estados Unidos y el país caribeño con fecha 7 de septiembre de 1942, se habían tomado entre otras decisiones, la de dotar a la Aviación Naval Cubana de modernos aviones Howard DGA-5, DGA-8, Hidroaviones G-21, varios King Fisher y transportes, así como crear nuevas facilidades para dichos aparatos. Se realizó la reorganización y adecuación de los Distritos Navales en que estaba dividida la Isla, se adquirieron nuevas piezas de artillería para la defensa costera y se estableció un nuevo centro en el observatorio de Casa Blanca en La Habana, asesorado por la US Navy Force y dotado del más moderno equipamiento; así mismo, se procedió al adiestramiento de las tripulaciones, algunas de las cuales recibieron entrenamiento en centros especializados como el Subchaser Training Center en Florida. La posterior transferencia a Cuba en 1943 de 16 embarcaciones de combate, entre ellas, 12 caza submarinos de 83 pies y cuatro buques de patrulla fortaleció sustancialmente la capacidad de combate de la Armada cubana.  Otro aporte importante de Cuba al esfuerzo bélico, lo constituyó el acuerdo alcanzado con Estados Unidos y firmado entre las dos naciones el 10 de febrero de 1943, para la construcción en suelo cubano de las Bases aéreas de San Antonio de los Baños (La Habana) y San Julián (Pinar del Río), cuyo objetivo era el establecimiento de facilidades para los escuadrones aéreos norteamericanos de lucha antisubmarina, encargados de la protección del Caribe y Golfo de México y para el entrenamiento de los escuadrones de bombarderos de ese país que operaban en el frente europeo y en el Pacífico; ello, además, preparaba a los aliados, para en caso de que el conflicto se extendiera a las naciones americanas, Cuba por su privilegiada posición estratégica, asumiera la función de un enorme portaviones estacionado a la entrada del hemisferio. A menudo esta concesión de suelo por parte de Cuba, para establecer bases militares en territorio isleño, es considerada por algunos autores como una muestra de la injerencia de Estados Unidos y la dependencia de Cuba hacia esa nación; sin embargo, hay determinados hechos que no admiten ser sacados de contexto, la República de Cuba fue signataria de la Declaración de la Naciones Unidas del 1º de enero de 1942, donde las naciones se comprometían a emplear todo su potencial económico, militar y financiero en el enfrentamiento del Eje Roma-Berlín-Tokio, y Cuba actúo en consecuencia. 
Durante este periodo, la Unterseboot Flotille experimentó la  destrucción de sólo 86 de sus submarinos, pérdidas estas, comparativamente muy inferiores a las sufridas por las marinas mercantes de los aliados;  de este número de unidades submarinas, sólo 6 tuvieron lugar en el escenario del  Caribe y Golfo de Méjico, zonas donde, por otro lado,  los alemanes cosechaban los más grandes éxitos de toda su campaña. No obstante,  las fuerzas aliadas se fueron recuperando y comenzaron a frenar el empuje alemán, y aunque las pérdidas de mercantes aún seguían siendo colosales, el total de submarinos hundidos se fue incrementado hasta  alcanzar el número de 238; sin embargo, estas cifras continuaban siendo comparativamente inferiores a los hundimientos registrados en las flotas de cargueros.
Las aguas que rodeaban al archipiélago cubano se convirtieron en uno de los escenarios más activos de las operaciones de la flota submarina nazi; con frecuencia casi diaria, se reportaba la presencia de u-boats  en aguas próximas a Cuba y una cadena incesante de hundimientos tenían lugar en ellas; era el periodo conocido como “hapy times”,  donde las exitosas incursiones de los submarinos alemanes se mostraban imparables. Para que el lector pueda tener una idea de las enormes proporciones de estas incursiones en torno a Cuba, basta mencionar el hecho de que más de una treintena de estas embarcaciones llegaron a operar a muy escasas millas de la costa, en sus aguas jurisdiccionales, provocando que muchos de sus ataques a mercantes tuvieran lugar ante la mirada atónita de testigos, que desde tierra asistían al infernal episodio de un hundimiento como si de una puesta en escena teatral se tratara, tal es el caso del hundimiento del mercante norteamericano “US Federal” cuyo macabro espectáculo fue presenciado desde la costa de Gibara y a plena luz del día, por cientos de vecinos que se agolparon a lo largo del litoral y en las ventanas y azoteas de los edificios, mientras el U-507 al mando del Comandante Harro Schacht hundía el buque a cañonazos. Este autor ha podido establecer de forma contrastada, que los submarinos U-68, U-103, U-108, U-125, U-129,  U-134,  U-153, U-154, U-155, U-157 U-158, U-161, U-163, U-171, U-172, U-173, U-176, U-183, U-185, U-193, U-504, U-506, U-507, U-508, U-509, U-518, U-527, U-564, U-571, U-600, U-615, U-658 y U-753 estuvieron entre las naves de su clase que operaron a escasos metros del litoral cubano. En un reporte realizado al Mando alemán con fecha 7 de agosto de 1942, el U-508 informaba:   “no se observa nada fuera del puerto de la Habana desde el día 5 de agosto en que fueron vistos 4 barcos y 3 aviones”- y que habiendo penetrado en la bahía de esta ciudad (La Habana)- “fueron observados a través del periscopio 20 embarcaciones”.
 El Almirante Döenitz desde un principio logró sacar partido a sus reducidas fuerzas submarinas, con la introducción de nuevos elementos tácticos,   colocando al mando de sus submarinos a comandantes experimentados, que en numerosas ocasiones habían sido capitanes de mercantes y habían navegado en muchos casos por aquellas aguas, lo que les permitía conocer con bastante detalle su zona de operaciones. Igualmente fueron introducidos los submarinos nodriza, conocidos como “milk kühe” (vacas lecheras), que aprovisionaban a los u-boats de combustible, municiones y otras vituallas en las mismas zona del conflicto, lo que les permitía prolongar sustancialmente en tiempo su capacidad operativa. Más tarde, con la construcción de nuevos u-boats de largo alcance, fueron incrementándose las incursiones de los mismos en este teatro de operaciones. Sin embargo, algunas decisiones erráticas del Mando Naval alemán en la conducción de las operaciones de los u-boats y la clara subestimación mostrada por dicho mando, a la capacidad de la respuesta por los aliados, fueron elementos que jugaron en su contra.
La creciente construcción en astilleros norteamericanos e ingleses de destructores y fragatas y la introducción en ellos de nuevos equipamientos de detección y armamento antisubmarino, allanaron el camino para enfrentar más eficazmente  a la amenaza de los u-boats; así mismo, la fabricación en serie de nuevos modelos de aviones, como los F4F/FM Grumman Wildcat, los Grummans TBF/TBM Avengers y en especial los B-24 Libertor de largo alcance, que componían el Army Air Forces Antisubmarine Command, jugaron un importantísimo papel en este enfrentamiento. No menos importante lo fue, la formación de convoyes organizados y provistos de escolta apropiada. A todo estos elementos, cabe agregar la colosal capacidad industrial mostrada por Estados Unidos en la construcción de nuevos cargueros, fundamentalmente los del tipo Liberty, que lograron en un plazo llamativamente corto, una sostenida capacidad de reemplazo de los buques hundidos por otros de nueva construcción, creando un equilibrio entre “pérdidas y sustitución de éstas”, un hecho que resultó determinante. Podemos afirmar que durante todo este período el Caribe se convirtió en un colosal polígono de pruebas de nuevas armas y tácticas de combate que más adelante jugarían un papel decisivo en la victoria aliada.

EN ARAS DE LA VICTORIA

El año 1942 mostró un trágico balance, matizado por los desesperados intentos de los aliados en frenar el avance alemán; no obstante, para finales del mes de septiembre de 1942, se produjo una disminución de la presencia de los u-boats que operaban en la zona caribeña y ello supuso un elemento alentador. A principios de 1943 comenzó a vislumbrase un cambio en la correlación de fuerzas; las incursiones y ataques de los u-boats ya no gozaban de la misma impunidad, la superioridad que iban alcanzado las fuerzas aliadas, la combinación de enormes recursos económicos y los continuos avances tecnológicos obtenidos por estos en un cortísimo plazo de tiempo, propiciaron un giro importante y decisivo en el curso y desenvolvimiento general de la Batalla del Caribe, ello se pone de manifiesto en una de la comunicaciones cursadas por Döenitz a los Comandantes de u-boats en aquellos días: 
A todos los comandantes de Submarinos:   En sus esfuerzos por arrebatarle a los submarinos su característica más valiosa (la invisibilidad), el enemigo está a distancia por delante de nosotros en virtud de su localización por radar. Soy plenamente consciente de la difícil posición, en que esto nos sitúa en la lucha contra las escoltas y fuerzas anti-submarina…”
Almirante Karl Döenitz
Pese a todos los esfuerzos realizados por la Marina alemana, los acontecimientos comenzaron a inclinarse a favor de las fuerzas aliadas en el Golfo de México y Mar Caribe; el uso de la escolta y de pequeños convoyes, además del reforzamiento sustancial del patrullaje aéreo naval en aquel enclave marítimo  provocó que poco a poco, dicha zona dejara de ser propicia para la acción efectiva de los submarinos, pues la oportunidad de hallar una ocasión favorable de ataque se redujo sustancialmente.  Las pérdidas causada a la flota de u-boats por la acción de la aviación resultaban realmente altas y  el Mando alemán adoptó la táctica de que sus submarinos operarán de forma individual en áreas como el Canal Viejo de Bahamas, El Paso de los Vientos (Cuba) y Jamaica, una de las zonas más transitadas entonces por los mercantes de acuerdo a las informaciones de que disponían; sin embargo, dadas las condiciones climáticas especialmente adversas existentes en esas áreas y la necesidad de permanecer sumergidos por prolongados periodos de tiempo para evitar la acción de la aviación, no favorecían la permanencia de los u-boats en dichas aguas, pero a pesar de todo esto, aún durante un importante periodo  de tiempo continuarían produciéndose hundimientos con las consecuente pérdida de buques y de valiosas vidas humanas.
Durante esta crucial etapa, la Marina de Guerra cubana participó en operaciones combinadas con las fuerzas estadounidenses en el rastreo y persecución de submarinos alemanes, convoyando a centenares de buques mercantes y patrullando las costas de la Isla, otro esfuerzo similar realizaría la aviación naval  cubana cubriendo decena de miles de millas en misiones de patrullas; ambas fuerzas participaron decenas de misiones de rescate salvando centenares de vidas. En ocasiones, durante algunas de estas misiones se produjeron episodios de arrojo y valentía, como en el caso de un cañonero que durante su misión de patrullaje avistó el periscopio y torre de un submarino y cuando la nave enemiga procedió a sumergirse al saberse descubierta, la embarcación cubana que no disponía de capacidad antisubmarina alguna, salvo un “underwater hydrophone”, acudió su encuentro, comenzando describir círculos en torno al lugar del avistamiento, al tiempo que por radio pedía el envío de refuerzos y disparando varias andanadas de proyectiles con su cañón de cubierta en el lugar de la inmersión, con la vana esperanza de distraer a la embarcación enemiga hasta la llegada de otros medios y conociendo de antemano que carecía de toda posibilidad de enfrentar a su enemigo, sin ser destruido. Aún hoy resulta inexplicable como el u-boats decidió no presentar combate y desaparecer en las profundidades, permitiendo al cañonero salir ileso de dicha acción. Otro de los hechos heroicos escenificados por marinos cubanos tuvo lugar durante el hundimiento del “Federal”, cuando los marineros nombrados Simón Enríquez, Ciso Hernández, Ángel Rodríguez, Jimmy Fernández Baquirí, José Ramón Blanchard y Gonzalez Najarro asumieron el mando de los buques “Ival” y  “Priscilla” de bandera bahameña  anclados en el puerto de Gibara, acudieron al rescate de los náufragos de la embarcación norteamericana aún bajo el fuego de la artillería del U-507, salvando así a la mayoría de sus tripulantes.
Pero sin dudas, el hecho más significativo tuvo lugar el 15 de mayo de 1943, cuando sobre las 17:15 horas, los caza submarinos CS-11, CS-13 y CS-22 que formaban la escolta de los mercantes “Wanks” y ”Camagüey” de banderas hondureña y cubana respectivamente, fueron alertados por un hidroavión de la Marina norteamericana, un Vougt Sikorsky Kingfisher, perteneciente al Escuadrón VS-62 con base en la Estación Aéreo Naval norteamericana de Cayo Francés, sobre la presencia de un submarino al que detectó debido al resplandor, provocado por la luz solar al reflectarse sobre la lente del periscopio y lanzó una bomba de humo en el lugar del avistamiento para marcar su posición.
Las embarcaciones cubanas fueron puesta en estado de alerta y el CS-11, líder de la escolta, ordenó al CS-13 ir al encuentro de la embarcación enemiga; el CS-13 estaba capitaneado por el Alférez de Fragata Mario Ramírez Delgado, quien al recibir la información  sobre la posición de submarino por el operador de sonar, inició el ataque lanzando varias cargas de profundidad con intervalo de tiempo, las cuales hicieron blanco provocando la destrucción del u-boat. El submarino en cuestión, era el poderoso U-176, de la clase IXC, comandado por el Capitán de Corbeta  Reiner Dierksen, quien sólo dos días antes había hundido a los tanqueros “Nikeliner” de nacionalidad estadounidense y al “Mambí” de bandera cubana, provocando  la muerte de varios tripulantes de este última. El hundimiento del U-176, por la acción de la Marina de Guerra de la República de Cuba, es considerado un hito en la historia naval latinoamericana y motivo de orgullo para nuestro país y su Armada; su Comandante más tarde sería condecorado con la Orden al Mérito Naval con Distintivo Rojo, además de recibir tanto él, como su tripulación la condecoración y el reconocimiento del Presidente y Congreso norteamericano.
Durante todo 1943, las eficacia de las incursiones llevadas a cabo lo los u-boats fueron mermando, lo que provocó que el Almirante Döenitz se viera forzado a iniciar un repliegue táctico hacia otras zonas, en especial, el Atlántico norte. El curso mismo de la guerra en Europa y  el Pacífico hacían cada vez más difícil la recuperación de la ventaja con la que en un inicio había contado la Kriegmarine y su flota de submarinos. En los años siguientes, 1944 y 1945 las pérdidas de u-boats alcanzaron la cifra de 369 unidades hundidas. Las ventajas obtenidas en los primeros años del conflicto habían desaparecido definitivamente, produciéndose el colapso inevitable del III Reich.
El saldo final de la participación cubana puede resumirse en el casi medio millón de millas recorridas por sus aviones y embarcaciones de guerra en misiones de escolta y patrulla con pérdidas mínimas, salvando más de 200 vidas e impidiendo el hundimiento de más de 400 mercantes, a pesar de que durante ese mismo período de tiempo, en sus agua jurisdiccionales, los submarinos de Hitler realizarán más de 120 patrullas, provocando el hundimiento de 446 mercantes, con la utilización para ello de cerca de 90 u-boats, comandados por experimentados comandantes, como en el caso del as de la flotilla, Karl Friederich Merten, cuarto comandante de submarinos que más tonelaje hundido logró durante la contienda.Hoy podemos proclamar con orgullo, que la República de Cuba con su pequeña marina y aviación de combate, junto a su diminuta flota de mercantes, escribió auténticas páginas de gloría en aras de la victoria aliada.
Fuentes:
-Gómez Alvarez, Maximino , “U-boats del III Reich en Cuba”, Edi. Entrelineas, Madrid, 2009.
-Gómez Alvarez, Maximino, “Cuba en la Segunda Guerra Mundial, el Incidente 3208" (en proceso de edición).
-NARA, National Archives and Records Administration, Washington. “Guides to the Microfilmed Records of the German Navy, 1850-1945. Records Relating to U-boat Warfare, 1939-1945”:
-U-boats en el mar Caribe,  Blog académico sobre historia naval.
-Wilberg, Eric, “U-Boats in the Bahamas”,  2014.

Maximino Gómez Alvarez: Es Lic. en Historia por la Universidad de La Habana. Ha cursado estudios de Master en Metodología de la Investigación,  Master en Etnología y Master en Archivología; así como estudios de  Post Grado en Historia Naval y en Patrimonio Naval.
Ha trabajado como Museólogo Especialista y Archivólogo. Actualmente realiza trabajos de asesoramiento e investigación en Historia Naval de la 2ª Guerra Mundial, colaborando con diferentes instituciones e investigadores.
Ha impartido charlas y conferencias; ha colaborado con la Revista Cubana de Ciencias Sociales y participado en eventos como X Conferencia Internacional de Directores de Archivos de los Países del Este; 1er Coloquio de Historia Local; IV Encuentro de Investigadores de Patrimonio Cultural, Cuba (1er Premio y Mención en la Categoría de Historia); V Encuentro de Patrimonio Cultural, Cuba (dos Menciones en la categoría de Historia); Segunda Conferencia Internacional sobre Conservación de Patrimonio y Centros Históricos; VIII Simposio de Cultura de la Ciudad, Cuba (Primer Premio en la categoría de Historia).  Obras suyas son, “La Fundación de Guanabacoa: noticias históricas”, “El Camino de los Dioses”, “Así se quebró el acero” y “Hitler´s Shark”, su más reciente publicación, “U-boats del III Reich en Cuba” (Edit. Entrelíneas, Madrid 2009), ISBN: 978-84-9802-959-8. Actualmente se encuentra en proceso editorial su obra “El Incidente 3208”.


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